… reduciendo todos los cuidados únicamente al absolutamente esencial: la ocupación evangélica de buscar el Reino de Dios. Esta lucha interior por vivir únicamente para Dios se plasmaba en una vigilancia o sobriedad constante del pensamiento. Cuando, a través de la atención interior, la mente o el corazón alcanzaban la hesychía o descanso de los pensamientos apasionados, podía contemplar a Dios incesantemente.
Que el pensamiento de la muerte te acompañe al dormir y al despertar, y con él la oración monovocálica de Jesús (monologistos Jesou euché). Porque nada puede acontecerte en el sueño que pueda prevalecer sobre tal protección.
… la principal labor de los Padres era traer a la memoria el recuerdo de Dios o la presencia de Dios en todos los momentos de vigilia a través de la articulación, vocal o mentalmente, de una frase breve… “la desgracia del hesicasta es la interrupción de la oración”.
“Cuando oigas que es necesario retirarse del mundo, dejar el mundo, purificarse de todo cuanto pertenece al mundo, debes aprender primero a entender el término mundo, no en su sentido cotidiano, sino en su significado puramente interno.
Cuando comprendas lo que significa y las diferentes cosas que este término incluye, podrás aprender acerca de tu alma: lo distante que está del mundo y lo que hay mezclado en ella que es del mundo.
“Mundo” es una plabra colectiva que abarca lo que se llama “pasiones”. Cuando queremos hablar de pasiones colectivamente, las llamamos “el mundo”; cuando queremos distinguir entre ellas de acuerdo con sus distintos nombres, las llamamos “pasiones”.
“Cuando la mente ya no está disipada entre las cosas externas ni dispersa por el mundo mediante los sentidos, vuelve a sí misma; y por medio de sí misma asciende al pensamiento de Dios”.
“Éste es el secreto de la -renuncia monástica al mundo-. No la denuncia ni la denigración ni la huída precipitada, la retirada resentida, sino la liberación, una forma de “vacación” permanente en el sentido original de “vaciamiento”.
El monje, simplemente, prescinde del inútil y tedioso bagaje de las preocupaciones vanas y se consagra en adelante a lo único realmente necesario, lo único que verdaderamente quiere: la búsqueda de sentido y amor, la búsqueda de su identidad, su nombre secreto prometido a él por Dios (Ap. 2, 17) y de la paz de Cristo, que el mundo no puede dar. (Jn 14, 27)”.
“Todas las paradojas en torno a la contemplación se reducen a esta: carecer de deseos significa ser guiado por un deseo tan grande que resulta incomprensible… es un deseo ciego que parece un deseo de “nada”, únicamente porque nada puede satisfacerlo… Pero el verdadero vacío es ese que trasciende todas las cosas y, sin embargo, es inmanente a todas.
Porque lo que parece ser vacío en este caso es puro ser. No es esto o aquello… El carácter del vacío, al menos para un contemplativo cristiano, es puro amor, pura libertad. Amor que es libre de todo, que no está determinado por ninguna cosa ni limitado por ninguna relación especial.
Es amor por puro amor. Es una participación, mediante el Espíritu Santo, en la infinita caridad de Dios… Esta pureza, esta libertad y esta indeterminación del amor es la esencia misma del cristianismo”.
“Debemos realizar cada acto como si estuviéramos ante los ojos del Señor y pensar cada pensamiento como si fuera observado por él… cumpliendo las palabras del Señor: “Yo no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado, el Padre”.
Citas varias extraídas del libro
editorial Sal Terrae – Santander 2009