Fragmentos
El Nombre de Jesús nos ayuda a transfigurar el mundo en Cristo…Aquí tenemos otro aspecto de la invocación del Nombre: el de ser un método de transfiguración…el Nombre de Jesús es un medio concreto y poderoso para transfigurar a los hombres según su realidad escondida, mas profunda y final.
Acerquémonos a todo hombre y mujer…y hagámoslo con el Nombre de Jesús en el corazón y en los labios. Pronunciemos el Nombre sobre ellos, porque su Nombre verdadero es el Nombre de Jesús.
Nombrémoslos con el Nombre, en el Nombre, en un espíritu de adoración, dedicación y servicio. Adora a Cristo en ellos, sirve a Cristo en ellos. Jesús está “prisionero” en muchos de estos hombres y mujeres… libéralo reconociendo y adorando silenciosamente a Jesús en ellos.
En la proporción en que el Nombre crece en nosotros, nosotros crecemos en el conocimiento de los misterios divinos.
El Santo Nombre no es solo un misterio de salvación, ni la satisfacción de nuestras necesidades, ni el alivio de nuestras tentaciones, ni el perdón de nuestros pecados. La invocación del Nombre es también un medio para aplicarnos el misterio de la encarnación. Es un poderoso medio de unión con nuestro Señor.
… Podemos pronunciar el nombre de Jesús para que Cristo habite… en nuestros corazones (Efesios 3, 17). Cuando Su Nombre se forma en nuestros labios, será posible experimentar la realidad de Su venida al alma: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: Si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”. (Ap. 3, 20).
Es posible entronizar en nosotros Su persona y Su Nombre que es signo de esa misma persona: “Ellos han edificado un santuario para Tu Nombre” (2 Cr 20, 8).
Es el yo en ellos de la oración sacerdotal de nuestro Señor (Jn 17, 26). También podemos sumergirnos en el Nombre y sentir que somos miembros del cuerpo y sarmientos de la verdadera vid. Permanezcan en mi (Jn. 15, 4).
Desde luego, nada puede abolir la diferencia entre creador y creatura pero la encarnación ha hecho posible una verdadera unión del género humano y de nuestras mismas personas con el Señor, una unión que la repetición del Nombre de Jesús expresa y fortalece.
Existe alguna analogía entre la encarnación de la Palabra y la del santo Nombre en nosotros. La Palabra se hizo carne. Jesús se hizo hombre, la realidad interna del Nombre de Jesús, habiendo entrado en nuestras almas,se desborda en nuestros cuerpos. “Revístanse del Señor Jesucristo…” (Rom 13, 14)
El contenido vivo del Nombre entra físicamente en nosotros. “Tu Nombre es un perfume que se derrama…” (Cant. 1, 3)
Si repetimos el Nombre con fe y amor, este se convierte en una fuerza capaz de paralizar y vencer “la ley del pecado que está en mis miembros”. (Rom 7, 23)
El Nombre nos llevará hacia nuevas y más íntimas experiencias del Espíritu. Pronunciando el Nombre podemos vislumbrar la relación que existe entre el Espíritu y Jesús… al repetir el Nombre nos ubicamos, por así decirlo, en la encrucijada donde estos dos movimientos se encuentran.
Nuestra invocación y nuestra meditación del Santo Nombre se vuelven globales… Estamos simultáneamente conscientes de todo lo que el Nombre implica. Decimos Jesús y encontramos descanso en la plenitud…
Extraídos de “La invocación del nombre de Jesús”
por un monje de la Iglesia de Oriente
- Ed. Claretiana – Argentina 2009
DE:http://hesiquia.wordpress.com
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