LA CUSTODIA DEL CORAZÓN - Cardenal Tomás Spidlík S. J.
Eliminación de los pensamientos
Evitar el consentimiento del pecado, la synkatathesis, es ya una gran cosa pero no es la perfección. Es hacia la perfección, hacia la paz del corazón que deben tender los cristianos: esigía, la amerimnia, la tranquilidad, libertad de las preocupaciones reprochables (1); y ésta consiste en la apothesis noemáton, "eliminación de los pensamientos malos". ¿Pueden evitarse las primeras "sugestiones"?. Según Orígenes es imposible librarse enteramente: las almas convertidas a Dios "deben soportar las batallas de los pensamientos" (2); todo lo que se puede hacer es no detenerse en ellos (3), no "conversar" con ellos (como Eva hizo con la serpiente). La prudencia requiere "que se maten desde el principio los niños de Babilonia" (4), que se "aplaste la cabeza a la serpiente" (5) y que no se le de entrada en el Paraíso del corazón. Para expresar esta idea los espirituales del Oriente adoptan y explican expresiones semejantes, más o menos equivalentes.
El corazón es la sede de la inteligencia, del espíritu. De ahí que algunos autores hablan de la filaké kardías, custodia del corazón, téresis noós, custodia del espíritu, filaké ton endon, custodia del interior. Se encontrará también custodiar, filássei, empleado en absoluto (6), "custodiarse" ("custódiate a ti mismo con cuidado", térei seanton akribos es el motivo recurrente de un opúsculo atribuido a Ammonas) (7).
Para custodiarse necesita ser sobrio y vigilante, "néptico" (cfr. I Pedro 5, 8) (8). Antonio opone a los asaltos de los demonios la népsyis, y la grégorsis, vigilancia y sobriedad (9). Para el sinaíta Hesiquio "la nepsis es un método espiritual, que libera totalmente al hombre, con la gracia de Dios, de los pensamientos y de las palabras manchadas de pasiones y de las acciones malvadas, con la condición de que dure y proceda alegre-mente..." (10). A menudo se citará una sentencia de Evagrio, porque contiene una sugestiva aliteración de las dos palabras prosojé y proseyjé, atención y oración: "la atención en busca de la oración encontrará a la oración, pues si hay una cosa que sigue a la oración es la atención. Es necesario por lo tanto aplicarse a ésta" (11). Se dirá que la prosojé es la madre de la proseujé (12).
La vigilancia en la "puerta del corazón" es antes que nada un método de defensa para rechazar inmediatamente los pensamientos intrusos. Es el tema común de varios apotegmas: "sé el portero de tu corazón para que no entren los extranjeros diciendo ¿tú eres de los nuestros o de nuestros enemigos?" (13).
Métodos para combatir los malos pensamientos
"No necesita obedecer a los demonios, sino más bien hacer lo contrario" (14). Generalmente hablando, el método es la praxis en toda su extensión, porque purifica el corazón. Sobre todo la egkráteia, la abstinencia , es ya llamada por Filón (15) ofiomájes (Lev. 11, 12), "que combate contra la serpiente". Sin embargo la mayoría de los ejercicios que permiten combatir al demonio, dice Evagrio (16), no pueden ser practicados constantemente; solamente la oración debe ser constante.
El método por excelencia contra los malos pensamientos se llama la antirrhesis. Jesús, tentado por el demonio responde a sus sugestiones con textos de la Escritura y no entra en discusión con el maligno (cfr. Mateo 4, 3-11). Se lee de ciertos ascetas que conocían de memoria "toda la Escritura" (17), es decir, que sabían responder con los textos sagrados a toda cuestión que se le proponía, pero sobre todo conocían una bella colección de citas de la Biblia contra toda sugestión diabólica. El manual clásico de esta arte es el Antirrhéticos de Evagrio (18), dividido en ocho partes en relación al número de los ocho vicios. A propósito de cada pensamiento son citados los textos Escriturísticos que permiten echarlo (Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, en total 487).
¡Un hermoso esfuerzo para aprenderlos por un monje sin cultura!. Pero la práctica simplificará el principio propuesto. La invocación de Jesús bastará para expulsar a todos los demonios (19) y la oración de Jesús (20) sustituirá los catálogos complicados.
Discernimiento de espíritus
La Biblia presenta una serie de elecciones en las que el hombre debe tomar partido (Gen. 2, 17; 12, 4, etc.). Esta elección tiene características particulares. Contra la voz divina, misteriosa, otra voz se deja oír, la del pecado, de Satanás, también ella misteriosa. ¿Qué criterio utilizar para discernir una de otra? Ser testigos de la voz de Dios ha sido el rol de los profetas. Los libros sapienciales han sido escritos para enseñar a distinguir la voz de la sabiduría de la voz de la locura, la de los justos de la de los impíos. En las Cartas del Nuevo Testamento aparece la expresión "discernimiento de espíritus" (I Cor. 12, 10; I Jn. 4, 1) (21).
Este problema no deja de ocupar un lugar principal en la literatura espiritual (22). Orígenes discute atentamente sobre las diversas fuentes de las que surgen los diversos géneros de espíritus capaces de obrar en nosotros (23). La tendencia de Antonio y de los monjes simples de Egipto es más descriptiva y concreta (24), por el contrario, las enseñanzas de Evagrio son sistemáticas. Las reglas fundamentales que propuso Casiano son las más completas de su tiempo (25). Después de él Diádoco de Fotice, que debe luchar contra las doctrinas "mesalianas", muestra la problemática del discernimiento entre los verdaderos y falsos consuelos y desolaciones (26). Según esta tradición, en tiempos más recientes, Teófano el Recluso interpreta las reglas retomadas por L. Scúpoli (27).
Discernimiento como don de Dios, arte espiritual y fruto de la experiencia.
Para San Juan la experiencia espiritual es una "unción", un estado de luz (I Jn. 2, 20-27) (28). Según Diádoco de Fotice el Espíritu Santo es la "lámpara" de esa ciencia (29). Para Paisij Velickovskij el discernimiento es "la comprensión espiritual dada por Dios" (30).
Por lo tanto esta experiencia es inseparable de la práctica de los Mandamientos, de la caridad (cfr. I Jn. 2, 3; Fil. 1, 9). Antonio ha dicho: "Es necesaria mucha oración y ascesis para que, después de haber recibido el Espíritu el carisma discernimiento de los espíritus, se pueda lo que concierne a cada uno de los demonios..." (31).
El conocimiento de los espíritus en fin es dado después de una prolongada observación: "Después de una prolongada observación (metá pollés katatereseos) -dice Evagrio- hemos reconocido que existe esta diferencia entre los pensamientos angélicos, los pensamientos humanos y los que vienen del demonio" (32). Los demonios se revelan con su comportamiento, con la frecuencia y en el modo de sus ataques pero sobre todo en los pensamientos que inspiran (33).
Así se alcanza un "sentido" especial, una intuición espiritual y se reconoce un mal pensamiento "por el mal olor que reina en los demonios" (34).
Las reglas "psicológicas" según el modo de obrar de los espíritus
Evagrio distingue sobre todo los pensamientos que sugieren los demonios (35), Antonio observa sobre todo los estados que la acción de los espíritus crea en el alma. El gran discurso de Antonio establece la regla de oro de este discernimiento: las buenas aspiraciones hacen nacer "una alegría inexpresable, el buen humor, el coraje, la renovación interior, la firmeza de los pensamientos, la fuerza y el amor por Dios"; los otros, en cambio, traen consigo "temor en el alma, turbación y desorden de los pensamientos, tristeza, odio contra los ascetas, acedia, aflicción, recuerdo de los parientes, temor de la muerte y en fin malos deseos, pusilanimidad para la virtud y desorden de las costumbres" (36).
Más tarde esta regla fue simplificada en un axioma: "Quidquid inquietat est a diabolo"(todo lo que quita la paz viene del diablo). Evagrio habla de "estado pacífico" y "estado turbado" (37). Más tarde los autores se dieron cuenta de que no se trataba simplemente de una "consolación" o "desolación", porque por sí solas no bastan para discernir su origen (38). El demonio es engañoso. "Cuando nuestro intelecto comienza a sentir la consolación del Espíritu Santo -dice Diádoco- entonces también Satanás consuela al alma con un sentimiento de fingida dulzura, en el reposo de la noche, cuando se sucumbe a la influencia de un ligero sueño" (39). Pero también la enseñanza de Antonio no habla sólo de sentimiento de alegría o, al contrario, sólo de tristeza. Más bien dice que una vez se arroja en el alma la katástasis, otra vez la akatastasía (40). Se podría decir entonces que las manifestaciones angélicas son "según la naturaleza", mientras que las demoníacas turban el buen orden natural.
También si el demonio toma la forma de ángel de luz (Cor. 11, 14), con una "falsa apariencia de luz" (41), si "mueve gentilmente la cola" (42), se lo reconoce por las obras, según el efecto que produce sobre la imagen de Dios en el alma, y allí está el criterio decisivo del discernimiento. Así se debe explicar "el estado pacífico" o "estado turbado" (43). En particular se exhorta a los monjes a prestar atención a los puntos débiles de su virtud, o a la inmoderación en su ascesis. "Cuando en su lucha contra los monjes los demonios son impotentes, entonces se retiran un poco observando qué virtud está olvidada en ese momento, y es allí que irrumpen súbitamente para quebrar al alma desgraciada"(44). Incentivando la ascesis hasta la exageración, los demonios buscan "distraernos de lo que se puede hacer y empujarnos a hacer lo que es imposible" (45).
La revelación de los pensamientos.
El discernimiento de los pensamientos es el arte de las artes. ¿Cómo se la podría suponer en un principiante? Este debe entonces revelar sus pensamientos a un padre "diacrítico". Esta práctica se llamará exagóreusis (46). En los monasterios cenobíticos todos quedan sujetos a esta obligación de rendir cuentas de conciencia. Teodoro Estudita lo llama "un gran medio de salvación" y no se alegra en absoluto cuando los monjes recurren menos a menudo a su abad (47).
El principio fue puesto por el mismo Antonio: "Si puede, el monje debe confiar a los ancianos todos los pasos que da, todas las gotas de agua que bebe en su celda" (48). Frente a esta necesidad no importa el amor que tenga al silencio; lo que conviene, al contrario, es la asiópeton es decir, como explica Barsanufio, "no callar jamás los propios pensamientos" (49).
La exagoreuisis no es una confesión de los pecados, o al menos no es éste su primer y único fin, sino de los "pensamientos", para saber si son buenos o malos. Muchos apotegmas son precisamente el relato de una pregunta y de una respuesta. Todo sucedía con pocas palabras. Las cartas de dirección (espiritual) responden con la misma concisión (50).
Entre los monjes estuditas se hacía todos los días (51) con el igúmeno (52). Muchos typika agregan otros espirituales encargados de recibir las confidencias íntimas. Doroteo, que juzga esta práctica indispensable para la salvación, da este motivo: "siendo apasionados, no debemos confiarnos absolutamente de nuestro corazón; porque una regla torcida hace torcido aún lo que es recto"(53). Su Instrucción 5ª tiene por título: "no se debe seguir el propio juicio" (54).
El examen de conciencia.
Para revelar los pensamientos es necesario examinar lo que sucede en el alma. La práctica del examen cotidiano de sí es recomendada en primer lugar en la literatura pastoral. El Padre que se ha ocupado más en este tema es S. Juan Crisóstomo (55). Pero en la literatura monástica siropalestinense del IV siglo hacia donde debemos mirar para encontrar las prescripciones más minuciosas sobre el método a seguir. El autor que nos da la enseñanza más explícita es Doroteo de Gaza (56). La práctica psicológica aparece muy próxima al examen de conciencia conocido por el estoicicismo reciente (57), pero la finalidad es distinta. Para Doroteo no se trata de un puro "volver sobre sí mismo", sino que aquí se examina en vista del exagoreuisis, y este examen es un elemento de la dirección espiritual.
S. Juan Clímaco nos dice haber visto monjes que llevaban un librito en el que anotaban las culpas y los pensamientos de cada día (58). Y dice:
"Si alguno se ve particularmente dominado por algún vicio, debe armarse contra este enemigo. Porque si no superamos a ese especialmente, no alcanzaremos ningún fruto de la victoria que hayamos alcanzado sobre los demás" (59). El examen general practicado constantemente vendrá a ser de por sí un "examen particular" (organizado más tarde en Occidente en la forma de un método) (60)
Fonte:Ermitaño urbano