Oración , Preghiera , Priére , Prayer , Gebet , Oratio, Oração de Jesus

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CATECISMO DA IGREJA CATÓLICA:
2666. Mas o nome que tudo encerra é o que o Filho de Deus recebe na sua encarnação: JESUS. O nome divino é indizível para lábios humanos mas, ao assumir a nossa humanidade, o Verbo de Deus comunica-no-lo e nós podemos invocá-lo: «Jesus», « YHWH salva» . O nome de Jesus contém tudo: Deus e o homem e toda a economia da criação e da salvação. Rezar «Jesus» é invocá-Lo, chamá-Lo a nós. O seu nome é o único que contém a presença que significa. Jesus é o Ressuscitado, e todo aquele que invocar o seu nome, acolhe o Filho de Deus que o amou e por ele Se entregou.
2667. Esta invocação de fé tão simples foi desenvolvida na tradição da oração sob as mais variadas formas, tanto no Oriente como no Ocidente. A formulação mais habitual, transmitida pelos espirituais do Sinai, da Síria e de Athos, é a invocação: «Jesus, Cristo, Filho de Deus, Senhor, tende piedade de nós, pecadores!». Ela conjuga o hino cristológico de Fl 2, 6-11 com a invocação do publicano e dos mendigos da luz (14). Por ela, o coração sintoniza com a miséria dos homens e com a misericórdia do seu Salvador.
2668. A invocação do santo Nome de Jesus é o caminho mais simples da oração contínua. Muitas vezes repetida por um coração humildemente atento, não se dispersa num «mar de palavras», mas «guarda a Palavra e produz fruto pela constância». E é possível «em todo o tempo», porque não constitui uma ocupação a par de outra, mas é a ocupação única, a de amar a Deus, que anima e transfigura toda a acção em Cristo Jesus.

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quinta-feira, 9 de maio de 2013

Cartas para persuadir a la práctica de la oración interior de Arsenio Troepolskij , ordenadas por relevancia.

[II]

¡Hermano amadísimo en Cristo!
¿Hasta cuándo deberé arrastrar sin fruto la lucha contra la árida pereza y avanzar hacia la oración incesante? ¡Es hora! ¡Es hora de empezar el combate decisivo!

¡Ha llegado el tiempo! ¡No hay que perder tiempo! ¿Quién sabe si te queda aún mucho por vivir? ¡Quizás, el final está golpeando a la puerta! Recordad que la muerte se hace cercana y cuán terrible es el paso a la vida del más allá. No hay nada que pueda aplazar el futuro. Es necesario sin demora ponerse a trabajar, para esperar su venida no con terror sino con deseo.

El mapa del camino y los medios para obtener el fin, ya han sido meditados, formulados y preparados. La teoría está completa. No queda más que ponerla en práctica. ¿Por qué retardarla? ¿Qué nos falta para empezar? ¿Una firme decisión? ¿Una decisiva fuerza de voluntad? Entonces recurre a la fuerza de Dios. Decídete, decídete sin condiciones y con la ayuda de Dios ponte rápidamente a la obra. Su fuerza se cumple en la debilidad.

Sobre un arrecife del desierto del mar Negro, la tarde del 7 de junio de 1852


[III]

No hay ningún otro medio para progresar en la oración interior si no el trabajo y la paz interior. Y así:

1. Disponte decididamente a la oración y busca dedicarte a ella más que a todo el resto: todas las extraordinarias consolaciones de la oración, experimentadas por Vasilisk [1], se adquieren con trabajo, practicándola a menudo y con celo.

2. No te desanimes y no te inquietes si te dispersas con los pensamientos, sino ten un espíritu libre y recuerda que también a él le sucedió de quedar confundido, de ser perezoso, de reprobar a los otros y tener pensamientos pasionales. Y así, con la ayuda de Dios, pon un principio. Decídete al trabajo interior, disponte decididamente a la oración y permanece en vela ante cualquier cosa que sea, esto último enseña al asceta la lucha para vencer la naturaleza. Toma fuerza de la lectura de la Filocaliay espera la visita de Dios.


En Optina pustyn’ [2], 20 de julio de 1833


El Reino de Dios no consiste en palabras, sino en potencia [3]. Pongan en práctica la palabra, y no sean solo oyentes, engañándose a sí mismos (Jn 1, 22).

Por esto, si tú quieres solo leer, no harás más que perder el tiempo, si no tienes por objetivo morir a este mundo y vivir en la gracia del Espíritu Santo, a través de Jesucristo, para Dios, con la fuerza de la fe y en el espíritu de la oración.

El conocimiento intelectual puede sólo persuadir y predisponer, pero es con la práctica y con el trabajo que se alcanza el fin y se obtienen los frutos.

Si amas el estudio, ama también el trabajo: porque el conocimiento por sí solo hincha al hombre [4] (Marcos el Monje, c. 7) [5]

Quien busca cumplir los mandamientos y aprender a orar solo con la lectura y el estudio, sin experiencia práctica, es semejante a aquel que ve una sombra en lugar del objeto real (Gregorio el Sinaíta, c.22)[6].

¡Alma mía, extraviada! ¿Por cuánto tiempo te dejarás agitar por las tempestades u oscuridades, por las nieblas que encuentras sobre el mar de la vida? Como un avaro mercader te apresuras a recoger mercancías, avanzas por todos lados hacia piedras preciosas y joyas, y cuanto más amontonas, tanto más deseas nuevas y más altas… Mucho tiempo ha pasado, casi toda tu vida, solo acumulando provisiones. ¡Ya has reunido casi todas y ciertamente ya no encontrarás nada nuevo! Es hora de poner en obra, en los hechos, cuanto has recogido: ¡de adquirir la abundancia de la práctica!... Mucho has leído, mucho has meditado. Ahora ya es tiempo -aplacada la sed de las convicciones- de cruzar el umbral de la práctica de los saberes sobre la vida interior. ¡El tiempo en efecto es breve!...

Este pensamiento luminoso [el de decidirse a orar] es una inspiración del ángel custodio, que a menudo te habla, alma mía, de esta impostergable necesidad. Lo sé, sé que tú, sintiendo la verdad de esta inspiración, estás de acuerdo, y que tu decidida convicción de la necesidad de poner en práctica los conocimientos adquiridos más de una vez te han inducido a la actividad interior. ¿Pero qué te ha impedido, cada vez que te lo has propuesto, mantenerte sin distracción sobre el camino emprendido?

Ha sido la debilidad, la aridez, la atracción por las cosas exteriores, o quizás la arraigada costumbre a la negligencia – me respondes tú- que han investido como una tempestad, derribando y haciendo naufragar tu navío.

¡Verdad! Pero cuando la nave es agitada por el viento contrario, entonces normalmente, se arroja el ancla. Este ancla es la confianza en Dios: la esperanza en su misericordiosa providencia, en la tranquila y paciente espera de la paz y de la bonanza. Y la hora de la voluntad de Dios viene, como exclama también el santo profeta David: “Largamente he esperado al Señor y él se ha inclinado sobre mí y me ha escuchado mi grito de dolor” [7]. Por esto no te entristezcas, alma mía. Pon en el Señor tu vida y vuelve más a menudo a ti mismo. Cada día comienza de nuevo y pide fuerzas al Señor. No te turbes por tus faltas, sino refúgiate de prisa en la oración y retoma coraje. Recuerda lo que dice el sabio: cuantas veces caigas, otras tanto levántate y serás salvado [8]. Pues acuérdate también lo que dice un escritor de moral: “Mañana, mañana, me digo, empezaré; pero pasan los días y los años; y nunca viene la experiencia”.

(En el pustyn’ de San Saba [9], 15 de junio 1851)


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 39-43.


[1] El staret Vasilisk (Vasilij Gavrilov, 1743-1824), asceta y maestro de la oración de Jesús, fue iniciado a la actividad de la mente por el staret Adrián en los skits de los bosques de Brjansk. Pronto condujo su vida ascética en el pustyn’de Konevec y en Siberia, con su discípulo Zósimo Verchovskij. Su Vida fue publicada por el monje de Optina Petr Grigorov en los Apuntes sobre la vida y los trabajos ascéticos de Petr Alekseevic Micuin, del monje y anacoreta Vasilisk y algunos trazos de la vida del monje loco en Cristo, Juan. (Zapiski o zizni i podvigach Petra Alekseevica Micurina, monacha i pustinnozitelja Vasiliska, i nekotorye certy iz zizni jurodogo monacha Iony, Moskva 1843). Se considera que Arsenio Troepol’skij es el autor de las Memorias de la vida de oración del “staret” Vasilisk, monje y anacoreta de los bosques siberianos (Pamjat’ o molitvennoj zizni starca Vasiliska, monacha i pustynnika Sibirskich lesov), donde es detalladamente descripta la experiencia de la oración mental por el staret, que tuvo un importante influencia sobre la formación del mismo Arsenio. La obra ha sido publicada por Aleksej Pentkovskij, sobre la base de la copia dactilografiada de la “Biblioteca eslava de Paris” (terminada el 2002 por el Centro de estudios rusos San Jorge en Meudón), en la revista Simvol 32 (1994), pp. 279-340.

[2] La fundación de Optina Pustyn (literalmente: “lugar desértico”, “éramo”, sitio de anacoretas, que podía transformarse a su vez en un asentamiento monástico de grandes dimensiones) se remonta al siglo XV. Desde el inicio del Ochocientos, Optina, no lejos de Kozel’sk en la provincia de Kaluga, se vuelve uno de los más importantes centros espirituales de Rusia, donde vivieron los célebres starcy Leonid, Macario, Ambrosio (todos canonizados), y realizó la edición de un gran número de obras de los padres.

[3] I Cor 4, 20

[4] Paráfrasis de 1 Cor 8, 1

[5] Arsenio expone la enseñanza de Marcos el Monje según el texto de la Filocalia eslava de Paisij Velickovskij (1974, reeditada en Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija v 2 tomacha, Sretenskij Monastyr, Moska, 2001), a la cual reenvía también cuando cita o alude a otros autores ascéticos del oriente cristiano. Hemos encontrado las remisiones sobre la edición de la Filocalia rusa de Teófano el Recluso. Dbrotoljbie I-V, Moskva 1895-1901; para la traducción italiana del original griego se ve: La filocalia I-V, a cargo de M. B. Artioli y M. F. Lovato, Gribaudi, Torino 1982-1987. Cf. Marcos el Monje, Para aquellos que piensan justificarse por las obras 7; Dobrotoljubie I, Moskva 1895, p. 538; La filocalia I, a cargo de M. B. Artioli y M. F. Lovato, Gribaudi, Torino 1982, p. 188.


[6] Gregorio el Sinaíta, Capítulos muy útiles con acróstico 22, en DobrotoljbieV, p. 184. La filocalia III, p. 535; Místicos bizantinos, a cargo de A. Rigo, Einaudi, Torino, 2008, p. 440.

[7] Cf. Sal 39, 2.

[8] Cf. Efren el Sirio, Discurso sobre el arrepentimiento, in Id. , TvorenijaIII, Izdatel’ skij Otdel Moskovskogo Patriarchata, Moskva 1994, p. 76.


[9] Se trata del monasterio de la Natividad de la Madre de Dios y de San Saba de Storoza, no lejano de Zvenigorod sobre la rivera de Moscava. Fue fundado por Saba, discípulo de San Sergio de Radonez, alrededor del 1380.



Carta IX

¡Nuevamente mi alma busca algo nuevo sobre el camino de la contemplación! Nuevamente se esfuerza por encontrar el modo de ser persuadida, de descubrir los métodos más simples para entrar constantemente en ella misma. No deja de leer, de imaginar, de preocuparse por elegir lecturas sobre esto. ¿Cuándo esta desenfrenada agitación se transformará en una actividad constante y en la concretes de una tranquila ocupación?... ¡Cuántas veces has experimentado que los preparativos para la oración te han hecho sólo perder tiempo! El pensamiento que dice: “Leo esto y el espíritu se me inflamará; escribo esto otro e inmediatamente me pongo a orar”, este pensamiento es la voz de la pereza y el engaño del enemigo… En verdad, si bien la lectura de libros sobre la oración es una gran ayuda para la oración, como han afirmado los padres, es necesario sin embargo que no supere en duración el ejercicio mismo de la oración. Si las personas santas han sacado más provecho por orar y no por las muchas lecturas, significa pues que tenemos necesidad de dedicarnos más tiempo a la oración. Si la oración del corazón nos cansa, podemos dedicarnos a la oración vocal. Pero para que la oración se nos haga siempre más familiar e íntima, debemos cuanto nos sea posible negarnos a nosotros mismos, no rechazar ningún impulso a la oración y no soñar empresas terrenas.
¡Presta atención a esto! Y cada día renueva tu decisión por la oración.

(10 de mayo 1854, en el monasterio de San Nicolás [1])


Carta X

Cuántas veces nos hemos ya decididamente propuesto no dejar pasar en absoluto ningún impulso interior a la oración sin entrar al menos un momento en nosotros mismos. La fecundidad de esto ha sido confirmada por innumerables experiencias. Pero, ¡cómo son inconstantes nuestros propósitos! ¡Cómo fácilmente los olvidamos! Cuánta pérdida trae esto a la paz interior. Tanto esto, como lo contrario, es confirmado por la experiencia.
¡Toma coraje, alma mía! Persevera en la obra emprendida y persuádete de que no hay nada más útil, nada de mayor beneficio como la oración, sobre todo en soledad.

Decide firmemente consagrar a la oración aunque sea un breve momento, aunque sea cinco minutos, a cada impulso del espíritu a la oración, a pesar de cualquier tipo de distracción, y dejando toda ocupación, cualquiera sea. De este modo mostrarás la debida y absoluta atención a la oración del publicano [47].

(7 de junio 1854, en el monasterio de San Nicolás)


Carta XI

La verdadera oración del creyente es fuente, causa, madre de todo bien, paz y salvación: “Todo lo que pidan en la oración con fe, lo obtendrán” [48], dijo Jesucristo. Sin oración no es posible adquirir la virtud, vencer las pasiones, obtener la salvación. “No lo obtienen, porque no piden” [49], decía el apóstol Santiago.

Pero nosotros no podemos orar verdaderamente: no sabemos cómo o por qué cosas orar [50]. No podemos mantener la mente en la pureza y en la atención: el pensamiento del hombre, en efecto, está inclinado al mal desde su juventud [51]. No tenemos la fuerza para generar en nosotros una fe viva en la oración, ya que tampoco la fe viene de nosotros. ¡Es un don de Dios! [52].

Y a nosotros, ¿qué nos queda? ¿Esperar quizás el momento en el cual el Espíritu, que intercede en nosotros con gemidos inefables, despierte dentro de nosotros las condiciones arriba expuestas relativas a la oración, sin las cuales la oración no puede alcanzar el propio fin: “Si bien piden, piden mal” [53]? O ¿esperar que nuestro espíritu sienta estar en el estado más apto para orar, cuando nos preparamos del modo conveniente para la oración, y sólo ahí comenzar a rezar?

¡Absolutamente, no! La Santa Escritura manda orar siempre sin cansarse [54]; orar incesantemente [55]; orar en todo tiempo con el espíritu [56].

De todo esto resulta que a nosotros nos queda orar frecuentemente. La cantidad es dada justamente por nuestra voluntad, mientras que la calidad y la perfección de la oración dependen completamente de la gracia de Dios. La cantidad, en efecto, atrae también la calidad, como observan los santos padres de la Iglesia.

¡Así, recemos lo más a menudo que nos sea posible! ¡Decidámonos absolutamente a dedicar el tiempo de nuestra jornada más a la oración que a los otros ejercicios! ¡No dejemos ni un solo recuerdo de la oración en la mente, ni un solo impulso en el espíritu sin sumergirnos completamente en la oración, suspendiendo todas las ocupaciones y las acciones de los sentidos, por todo el tiempo que nos sea posible! Esta decisión, sin dudas, traerá el fruto esperado: ¡aprender la verdadera oración!

(14 de abril de 1855. En el monasterio de San Nicolás)


Carta XII

¿Por qué te entristeces durante la oración y no rechazas este pensamiento que te turba diciéndote que es vana tu oración distraída y fría, y por consecuencia eres combatido? … Es la memoria del Espíritu que suspira junto a ti. Es la voz de tu ángel custodio. De cualquier modo que sea realizada tu oración, sométete a la voluntad de Dios y esfuérzate solo de orar frecuentemente. Disponiéndote a la oración, no estés sediento sólo de la satisfacción espiritual, más bien decide estar como sea del agrado de Dios mantenerte: en la consolación o en la sequedad. De este modo conservarás la paz interior y evitarás la tristeza [57]. Nosotros mismos, que sin el Espíritu Santo no podemos ni siquiera pronunciar el nombre del Señor Jesús, ¿Seremos capaces de orar como se debe? … Incluso si tu oración se hace para ti un ejercicio oprimente e incluso doloroso, no pierdas el ánimo ni siquiera en esos momentos y continúa orando aunque sea sólo con los labios, considerándote indigno de la dulzura de la oración interior. Soporta los ataques del enemigo y recuerda, que sólo la frecuencia y el coraje de perseverar pertenecen a nuestra voluntad, mientras la verdadera oración es un don de la gracia, como enseñan los santos padres [58], y por esto espera tranquilo la hora de la voluntad de Dios, que es capaz de hacer imprevistamente suave tu oración.

(24 de octubre de 1855, en el monasterio de San Nicolás)


Carta XIII

El voto más importante y el primerísimo deber del monjes consiste en el cumplimiento del mandamiento dirigido en el momento de la tonsura: “Hermano, toma la espada espiritual [59]– y a estas palabras le acompaña la entrega del rosario-; deberás, de hecho, pronunciar incesantemente, cuando estés sentado y cuando te levantes, cuando te acuestes y cuando estés de viaje o en el trabajo, las palabras de esta oración: ¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!” [60] En este mandamiento están resumidos todos los votos y deberes del monje, por esto éste le viene dado último, casi como conclusión o sello de todas las instrucciones. Y en verdad, si el monje lo cumpliese sin excepción, si se dedicase incesantemente a la obra de la oración, invocando el nombre del Señor Jesucristo en todo tiempo, en este sólo mandamiento él cumpliría todos. No le quedaría tiempo ni para conversaciones que distrajeran la mente, ni para la inactividad, madre de todos los vicios. Incluso en los momentos de distención sería custodiado de las tentaciones gracias a la fuerza de la invocación del Nombre. Cualquier pensamiento malo sería desenmascarado y destruido por la memoria de la presencia de Dios en nosotros. Cualquier intención pecaminosa y cualquier iniciativa oscura, iluminada por la luz de Jesucristo, desaparecería, y el pecado cometido sería al instante purificado por las invocaciones penitentes del nombre de Dios (Gregorio el Sinaíta y Juan de Karpathos) [61]. Toda obra, toda ocupación sería coronada con éxito. Y por esto, aquel que ora incesantemente, ¡viviendo con el cuerpo sobre la tierra, con la mente moraría en los cielos! Y a través del irreprensible cumplimiento del mandamiento de la oración podría cumplir ágilmente también los otros, gracias al poder de la oración de Jesús y a la gracia del nombre de Dios por él invocado, según la palabra de Jesucristo:“Quien permanece en mí, da mucho fruto” [62].

(1º de mayo de 1856. En el monasterio de Nueva Jerusalén [63])


Carta XIV

Imagina, hermano amadísimo, que tu alma y tu corazón adquiriese el gusto del dulce alimento de la oración interior. Que la oración que obra por sí misma calentase tu espíritu. Entonces, tú serías completamente liberado de todo cuanto nos causa aflicción en el largo camino de nuestra vida. Ninguna ofensa, ni desventura, pobreza, desprecio, aridez, tristeza, temor, enfermedad, enemistad, debilidad y persecución podría verdaderamente afligirnos, turbar nuestra paz interior… El recuerdo de la felicidad de la vida de oración, su solo descenso a nuestro corazón, haría que todo esto fuese vencido, expulsado desenmascarado. El ejercicio mismo en la comunión con el nombre de Jesucristo te alegraría y deleitaría también en medio de las grandes desventuras. ¡He aquí el misterio que conduce a una vida feliz sobre la tierra y la salvación en el cielo!... ¡Piensa en ti mismo con atención y esfuérzate en encontrar este tesoro, llevado en vasijas de barro! [64].

(9 de julio de 1856. En Novgorod)


Carta XV

Si alguno siente estar insatisfecho de la propia suerte, atormentado del hastío provocado por la sequedad espiritual, impaciente e inconstante, o si por así decirlo se agita de una cosa a la otra; si, dejándose arrastrar por empresas futuras, es un soñador y, privado de firmeza, se aflige en el presente, todo esto no le viene de ninguna otra cosa sino por haberse alejado del propio fin: alejado de Jesucristo, incapaz de adherirse a él a través de la oración unitiva interior… Esto depende del hecho de que es aún un hombre exterior, un hombre solamente material. No ha tocado la propia vida interior, el propio corazón. No ha gustado ni probado la dulzura de la oración espiritual. ¡Oh! Si el hombre se ligase con un vínculo estrecho a Cristo, si no impidiese a la gracia conducirlo, su corazón conversaría incesantemente con Dios en la oración interior por medio del nombre de Cristo. ¡Entonces todos los sueños, todas las empresas vanas se disolverían! Entonces, no desearía nada sino a Jesús sólo. En cualquier lugar que habitase fluiría un río de paz, alegría, reposo y consolación. Entonces todos sus deseos superfluos se aplacarían, el futuro dejaría de turbarlo, viviría sólo el presente. Habiendo encontrado el Edén dentro de sí, ya no buscaría más –como decía un starets-ni Roma, ni Jerusalén, ni el Athos. En la más completa, indiferencia hacia cualquier lugar, hacia cualquier país, se acostaría en una oscura gruta o en una esquina polvorienta de una choza semioscura, estaría justamente como en la cama de un rey o mejor aún. Nada en la vida podría atemorizarlo, habiendo ya renunciado a sí mismo y habiéndose abandonado a Jesucristo, en la incesante consolación de la oración en su Nombre. Todos los peligros, todos los asaltos, todos los sueños, los terrores de la noche, las fieras y los bosques impenetrables no tendrían sobre él el más mínimo efecto. Éste permanecería ya en un mismo lugar, anhelando el ocultamiento de sí –“buscando esconderse”, como dice Gregorio el Sinaíta-, y no sería ya más capaz de peregrinar… Aquel que posee la alegría espiritual en el corazón está ya liberado de todo lo que procura aflicción en la vida. No hay ninguna tribulación exterior que pueda turbarlo. Él está sólo en la mitad, en el mundo: su espíritu está con Jesús en el cielo. Todas las desventuras, las enfermedades, es como si no las advirtiese. El encuentro con la misma muerte es para él como encontrar una mensajera de delicia y reposo. ¡Observad a estos! ¡Observarlos con atención: su mismo aspecto, el comportamiento exterior expresa la paz de su condición interior! En estos hijos de la gracia resplandece la auténtica renuncia a sí mismos. Para ellos las injurias, la pobreza, las humillaciones son dulces. La misma fatiga y las privaciones les consuelan. ¡Oh dulcísima oración interior! ¡Tómame en tu espacio reluciente y misterioso! ¡Lígame con los vínculos de la dedicación a ti y de la separación de todo lo que es corruptible, por amor a Jesús! ¡Enciende en mí tu fuego inextinguible: el fuego del dulcísimo amor por el Señor!

(11 de marzo de 1834. En la pustyn de Optina)


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 54- 61.


[1] El monasterio de San Nicolás en Malojaroslavec en la provincia de Kaluga, fundado en el siglo XIV.

[2] “Dios, ten misericordia de mí, pecador” (Lc 18,13).

[3] Mt 21,22

[4] Palabras del apóstol Santiago dirigidas a los hermanos que viven en la distracción: Santiago 4,2.

[5] Cf. Rom 8, 26.

[6] Gen 8,21

[7] Paráfrasis de Ef. 2,8.

[8] Cf. Santiago 4,3

[9] Cf. Lc 18,1.

[10] Cf. 1 Ts 5,17.

[11] Cf. Ef. 6,18.

[12] Aquí y en otros lugares es utilizado unynie, el término técnico para designar la akedia.

[13] Cf. Infra, p. 63, n 68.

[14] Cf. Ef 6, 17.

[15] Cita del rito de tonsura y vestición del pequeño hábito (mantija).

[16] Los juicios expuestos en este párrafo se encuentran en las enseñanzas de Gregorio el Sinaíta y en los Cien capítulos de avisos a los monjes de la India de Juan de Karphatos, que vivió seguramente en la época de Diádoco y Nilo el Sinaíta, con los cuales Fozio se confronta. Cf. Dobrotoljubie III, pp. 75-102; La Filocalia I, pp. 400-427.

[17] Juan 15,5.

[18] El monasterio de la Resurrección llamado Nueva Jerusalén, a 70 kilómetros de Moscú, fue fundado en 1656 por el patriarca Nikon sobre el modelo de la iglesia jerosolimitana de la Resurrección de Cristo. Los oficios litúrgicos en el monasterio siguen el rito de la iglesia de Jerusalén.

[19] Cf. 2 Cor 4,7.

Carta XVIII

A quien se ejercita en la vida contemplativa, en la oración interior y en la búsqueda del lugar del corazón en el cual hace descender la mente, le sucede a veces de desesperarse por las distracciones y de cansarse de la búsqueda, como escribe también san Hesiquio en el capítulo 120: “Estamos amargados en el corazón por el veneno de las malos pensamientos, cuando abandonamos por largo tiempo la atención y la oración de Jesús dejándonos llevar a la negligencia por el olvido.” [1]

Tales casos, poniendo al desnudo la conciencia de la propia debilidad, pueden inducir a quien es inexperto a la tristeza y a un temor desmedido, alejándolo así de la actividad interior que ha emprendido, por sentir vergüenza al pensar que es indigno, inútil e inoportuno para un corazón pecador dedicarse a la actividad de un santo, como una abstinencia no purificada de un auténtico arrepentimiento. [Pero] Crisóstomo dice: “El purísimo rayo del sol no es manchado y no pierde nada cuando incluso ilumina un lugar muy mugriento, el cual es por él purificado”. [2] ¡Aquel pensamiento viene del enemigo! ¡La búsqueda del propio corazón por la oración es en realidad precisamente el primerísimo paso e instrumento para la conversión! Lo que ha sido perdido es necesario reencontrarlo y, encontrarlo todo obscurecido (“allí en efecto encontrarás tinieblas, una gran obscuridad y dureza”, dice Simeón el Nuevo Teólogo [3]), es necesario ponerlo tal como está adelante del Sol de la verdad para que lo ilumine; de modo semejante que un objeto contaminado, expuesto por un cierto tiempo al influjo de los rayos solares, pierde la fuerza y la capacidad de contaminar.

Una vez que se toma conciencia de la propia caída, es necesario arrepentirse. Para sentir la necesidad del arrepentimiento, es necesario entrar en sí mismo. Es necesario encontrar el corazón, embelesado por las creaturas, y permanecer allí con calma y humildad invocando la misericordia del Señor y su guía en el arrepentimiento.

No creer en las insinuaciones del pensamiento engañador, que te dice que en el momento de las distracciones o del pecado tú no puedes y no debes ni siquiera osar ponerte a buscar tu corazón con la mente o encontrar su lugar. ¡Esto no es en absoluto verdad! Más bien es justamente y sobretodo aquí cuando tú debes sin demora ponerte a buscar lo que has perdido: este mecanismo es el más apto y el más cercano a la atención y al descenso a sí mismo. ¡No pierdas el ánimo! Entra en ti mismo y di: Me levantaré e iré hasta mi Padre (Lucas 15, 17) [4]. Cuando comiences a sentirlo (al corazón), entonces eleva hacia Jesús, rico en perdón, la invocación de su misericordia y cree que lo que está en ti es más grande que lo que está en el mundo, como dice Juan, el discípulo amado de Cristo (1 Juan 4,4), y él mismo prosigue: Dios es más grande que nuestro corazón, y conoce todas las cosas (3,20).

Para que tú seas mayormente convencido de cuánto hemos dicho, te mostraré el testimonio de los santos padres, los cuales, poniendo en guardia de la tristeza a cuantos se dedican a la actividad de la mente y viven en la sobriedad del corazón, dan (los santos padres) los siguientes consejos:

San Gregorio el Sinaíta dice: Si también sobreviene la tentación, esto sucede para poner a prueba y procurar la corona, recibiendo cuanto antes la ayuda de Dios, que lo ha permitido en los modos que él conoce (parte I, f. 96) [5].

San Hesiquio: Si, debilitado por algunas circunstancias, descuidamos la actividad de la mente, a la mañana siguiente de nuevo ciñamos bien al intelecto [y recomencemos la lucha con fuerza] (c. 187). [6]

Santos Calixto e Ignacio: El permiso pedagógico no priva en absoluto al alma de la luz divina: sólo la esconde, para hacer precipitar al alma en la amargura de los demonios a fin que con todo temor y mucha humildad busque la ayuda de Dios (c. 85). [7]

San Juan de Cárpatos: Las pasiones de la carne y del espíritu, como verás, son aniquiladas por el tiempo y por el mandamiento divino, aunque se hayan multiplicado: la misericordia de Cristo no vendrá nunca a menos. La misericordia del Señor está –por los siglos de los siglos- sobre aquellos que le temen (c. 33). [8]

Aquellos que se dedican con más intensidad a la oración, ¡sufren terribles y violentas tentaciones! (2, 41). [9] Cuando el diablo dejó al Señor, vinieron los ángeles y le sirvieron. Es necesario pues saber, ya que está escrito que él no fue tentado en presencia de los ángeles, que así también cuando nosotros estamos tentados, por un cierto tiempo, los ángeles de Dios se alejan un poco; luego, cuando los tentadores se han ido, vienen a nosotros dándonos divinas comprensiones: confirmación, compunción, paciencia y consolación (c. 73). [10]

San Nicetas Stethatos: Si has caído en las profundidades del mal no desesperes, de ningún modo, de ser nuevamente llamado, aunque tú te hubieses arrastrado en el extremo del abismo infernal del vicio. Volviendo la mirada sobre ti, Dios verá rápidamente que tiemblas por sus palabras y suspiros, restablecerá tu corazón entristecido y de dará una fuerza más grande que la primera (c. 54). [11]

Enseñan los padres que si combatiendo con los enemigos y las pasiones tú recibieses miles de heridas cada día, a pesar de esto no deberás abandonar la actividad portadora de vida [12]: es decir, la invocación de Jesucristo presente en nuestro corazón.

Nuestras transgresiones no sólo no nos deben alejar de caminar en la presencia de Dios y de la oración interior, despertando en nosotros inquietudes, apatía y tristeza, sino que deberemos hacer que con mayor solicitud nos apresuremos a dirigirnos a Dios. El niño pequeño, agarrado de la mano de la madre, cuando comienza a caminar, rápidamente se dirige a ella y se mantiene agarrado a ella cuando se tropieza.

San Simeón el Nuevo Teólogo cita el texto de la santa Escritura, Eclesiastés 10, 4: Si el espíritu de un poderoso te asalta, no abandones tu lugar, ya que la curación aplaca grandes pecados. Y comenta espléndidamente que por “espíritu de un poderoso” es necesario entender la tentación, y bajo el nombre de “lugar”hay que entender el corazón: en efecto, también en los versículos anteriores el Eclesiastés habla del corazón [13]. Esto conduce esencialmente al descenso al lugar del corazón durante la tentación. Este descenso de la mente en el corazón aplaca el embate de las pasiones y purifica el pecado [14].

Después de cuanto se ha dicho, te auguro de todo corazón que, custodiando en la memoria cuanto aquí se ha expuesto, tú tomes coraje en todas las ocasiones de tentación, tan próximas a los buscadores de la vida interior, ¡y no pierdas jamás de vista al dulcísimo Jesús y su amor compasivo!

(8 de febrero 1851. En la pustyn de San Saba)



Anotación: en esta carta se pone especialmente luz a la importancia y la fecundidad de la búsqueda del lugar del corazón. Respecto a esta expresión, san Simeón el Nuevo Teólogo, exponiendo la ciencia de la oración interior del corazón, dice: ‘Siéntate en la quietud y en un lugar en penumbras, recoge la mente de los pensamientos, inclina la cabeza sobre el pecho: concentra la atención de la mente y de los ojos interiores sobre el corazón, retiene un poco la respiración y busca con la mente el lugar del corazón (Filocalia, parte I, f. 64), para introducir en el corazón y hacerle de allí salir junto a la respiración a la oración de Jesús [15].

Este es el mejor método para custodiar la mente, [para adquirir] la consoladora oración interior del corazón, como sostienen los santos padres de la Iglesia.


Apéndice

Como complemento de cuanto he expuesto arriba se pueden encontrar muchas enseñanzas semejantes en los santos padres. Es necesario releerlos con la mayor frecuencia posible en las horas de aridez interior y en el tormento del desaliento: a fin que, reconfortada el alma débil y cohibida, se pueda abrazar en la sobria vigilancia interior de la oración del corazón. Así por ejemplo escribe san Nilo Sorskij:

El principal robustecimiento en la ascesis interior, como muestran todas las Escrituras, consiste en no ser pusilánimes cuando somos atacados con violencia por los pensamientos malvados, y en no desalentarse, y en no detenerse ni interrumpir el propio camino interior. Cuando somos asaltados por malos pensamientos, entonces la astuta malicia diabólica insinúa en nosotros la vergüenza de dirigir la mirada a Dios y elevar la oración. Pero nosotros venciéndoles con el arrepentimiento continuo y la oración incesante, sin mirar atrás, cada día sufrimos miles de heridas por parte de ellos. Junto a las tentaciones, o bien después de ellas, nos es enviada de lo alto la visita secreta de la divina misericordia [16].

San Juan Clímaco: ¡Sé vigilante en la atención, oh monje! Y no disminuya tu celo en la oración, cuando te turban los malos pensamientos (o las visiones). [17]

San Juan Crisóstomo: La oración, por cuanto es realizada por nosotros, que estamos llenos de pecados, purifica rápidamente. [18]

San Filoteo el Sinaíta: Cuando el alma acoge la intención de orar, es liberada de las tinieblas del pecado gracias a la oración. [19]

San Barsanufio el Grande: Si oras a Dios y estás distraído en la mente, busca orar sin distracciones. Pero si las distracciones, a causa de nuestra debilidad, continúan, entonces aunque sea en las últimas palabras de la oración afligíos y orad así: ¡Señor, ten piedad de mí y perdóname todos mis pecados! Y recibiréis el perdón de todos los pecados y de las distracciones durante la oración. [20]

San Nilo el Asceta: El Espíritu Santo, que tiene compasión de nuestra debilidad, viene en ayuda también de nosotros que estamos impuros, y si encuentra una mente que lo invoca de verdad, viene a ella y la impulsa a la oración espiritual. No te desanimes en la oración y no te canses si no recibes nada: recibiréis en efecto posteriormente…

A veces, apenas te hayas puesto en oración, orarás bien; otras veces, aunque te hayas esforzado mucho, no alcanzaréis el objetivo. Esto sucede para que tú busques [la oración] con más celo. Y habiéndola encontrado, tú la retengas firmemente. Para los misterios de la oración no se puede fijar un tiempo. [21]

Estas y otras enseñanzas semejantes de los padres son de gran ayuda para robustecer la vigilancia espiritual, y revelan que nada debe obstaculizar las aspiraciones a la oración: ni el tiempo, ni las circunstancias, ni el lugar de residencia, como afirma Simeón el Nuevo Teólogo [22]; ni los tropiezos de nuestra débil naturaleza. Incluso durante la tentación, Nilo el Asceta aconseja mantener una oración frecuente, aunque breve [23]. En efecto, Dios nos mira con la misma misericordia tanto si estamos tranquilos, como si nos encontramos oprimidos por las caídas. El desaliento es peor que el pecado. Éste deriva de un secreto orgullo y del amor por una alta opinión de sí mismo. Nos es difícil percibir por nosotros mismos cómo estamos en realidad.

Y así, es necesario esperar en el amor y en la misericordia de Dios, pronta a venir al encuentro de cada pecador que se reconoce como tal, y darse lo más que se pueda a la oración sin preocuparse por nada, más allá de cuáles sean las dificultades de la vida… La oración, como el rayo de sol, iluminando los lugares vergonzosos no estropea su propia luz, sino más bien sanea incluso el pantano fangoso y purifica las impurezas infecciosas. Y por esto, alma que buscas al Señor, ¡toma coraje en el espíritu, no te desanimes por las caídas y ora! Quizás el primer signo de la misericordia celestial nos es dado en el último peldaño de nuestra depravación, dijo un autor espiritual. No escuches el pensamiento del maligno, que te avergüenza y te susurra semejantes sugestiones:“¿De qué sirve la oración sin una vida piadosa? ¿Cuándo a la vez el alma cae frecuentemente en pecado?”… ¡No! La concentración interior y la oración del corazón son el instrumento más poderoso para vencer las pasiones y purificar los pecados en todo tiempo, ocasión y lugar.

Para persuadirte aún más de cuanto te he dicho hasta ahora, pueden ser útiles las siguientes pasajes: en la carta VI [24], los puntos que guían a una buena asiduidad en la oración; en la VIII, la regla para progresar en la oración (Saba) [25]; en la XI, considero el hecho de que la frecuencia en la oración está a la puerta de nuestra voluntad, mientras que su perfección depende de Dios; en la carta XII, sobre la necesidad de no desanimarse y de no abandonar la oración, por más que esta nos sea trabajosa y distraída; en la carta XXII, sobre los sietes modos que estimulan el deseo y el celo por la oración (Simonov) [26]. Y también: 2) el hecho de que incluso una oración árida, distraída y perezosa no permanece sin fruto; 3) que es necesario combatir las perturbaciones y 4) adquirir los medios para vigilar y hacer descender la tranquilidad interior.

En el tomo IV. Conversación de N., que conduce a la asiduidad en la oración(P 779). Estímulo en el deseo de orar (P 784); sobre la pasificación del alma (P 874) [27].


NOTA

Algo semejante al pensamiento arriba citado de san Nilo el Asceta, formulado así:“no te desanimes en la oración y no te canses si no recibes nada: recibirás en efecto posteriormente”, se lo puede leer en la exposición del staret Basilio de Poiana Marului [28], en estos pasajes:

Quien desee temerariamente llegar por la fuerza a los más altos grados de la oración del corazón, y no la busca con paciencia y amor, significa que está movido por el orgullo espiritual, o por un egoísmo indolente (Simeón, Calixto e Ignacio, c. 59) [29]. A nosotros, débiles y pasionales, por ahora nos basta conocer por lo menos el camino de la actividad de la mente y aplicarnos con celo y frecuentemente a la obra de la oración mental, que expulsa las tentaciones y conduce a la oración pasiva, es decir que se realiza por sí misma. No nos debemos desanimar, sino con paciencia y calma subir a la altura de la oración [del corazón].

Si incluso nosotros no obtuviésemos la perfección de la oración en esta vida, pero pasáramos a la eternidad habiendo practicado solo la oración exterior, pero sin intermisión, entonces también en este caso, terminando nuestra existencia sobre el camino de los santos, seremos hechos dignos por misericordia de Dios de su suerte. Esto lo afirma san Isaac el Sirio y luego aconseja a no dudar y no desanimarse, si incluso durante la oración no conseguimos la contrición por los pecados (discurso 30). [30]

Y también está en acuerdo con lo que escribe uno de los padres: “Realiza la oración con la mayor humildad que puedas, en la paz y en el silencio, y no en la impaciencia, en la prisa impetuosa y en el celo excesivo. Cada cosa debe crecer gradualmente. No podemos ir de carrera allí donde a duras penas somos capaces de arrastrarnos. Se debe agradecer al Señor el solo hecho de poder dar un paso en el camino estrecho de Dios” (Prefacio al libro de Gregorio el Sinaíta) [31]

¡Cómo son consoladoras estas palabras para quien está desanimado y como frenado, por la impaciencia que deriva de un excesivo amor propio! En este punto puede quizás aparecer la siguiente pregunta: ciertamente, todo cuanto ha sido dicho atañe a las reglas fundamentales de todas las obras de piedad, según cuanto nos dicen los santos padres, que la justa medida es siempre y en todo lugar lo más bello [32]. Pero, ¿si se desvía de esta regla como en el caso de la desviación más grave como la que se da por el celo desmedido o por el descuido movido por la pereza? Tanto una u otra, derivan de la única raíz del amor propio, conducen igualmente a la misma consecuencia, vale decir al fracaso, sin embargo la segunda es más dañina que la primera: la pereza es más peligrosa que el celo. Lo podemos mostrar claramente con el siguiente ejemplo. Fueron dos postulantes a presentarse a una experta abadesa por que deseaban entrar en el monasterio guiado por ella. Una era de modales mansos, cumplía en silencio todas las tareas monásticas, en ella no se podían percibir ni escusas ni caprichos. La otra, todo lo contrario, tenía ambos vicios, pero estos estaban compensados con un celo ardiente para corregirse y mejorar. La superiora rechazó a la primera y aceptó a la segunda, para el asombro de todas las otras hermanas que no eran capaces, como ella, de discernir la fuerza y el poder de atracción de la gracia, y no sabían que una valiente determinación permite incluso a quien cae llegar más lejos que aquel que, no cayendo, procede sin embargo desganadamente.


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 71-76.


[1] Hesiquio de Batos, A Teodulo 120, en Dobrotoljubie II, p. 183; La Filocalia I, p. 253.

[2] Juan Crisóstomo. La imagen del sol ha sido intensamente explotada en la enseñanza patrística, particularmente fue a menudo subrayado el tema de la intangibilidad del rayo del sol por parte de la suciedad terrena, la cual se parecía a la intangibilidad de la luz de la gracia con la impureza de su receptáculo humano: el alma pecadora. Como fuente de tales enseñanzas, esta imagen se presenta en Crisóstomo en su “himno” sui generisal sol en el Discurso a los que se escandalizan de las desventuras acaecidas (PG 52, 479-528; Tvorenija svjatogo otca nasego Ioanna Zlataousta v 12 t. III/2, Sankt-Peterburg 1897, p. 511). En Simeón el Nuevo Teólogo ( y en algunos otros autores) la imagen se duplica: junto al “sol sensible”, desde el cual emana la luz creada, se considera al “sol inteligible”, desde el cual emana la luz increada: cf. Simeón el Nuevo Teólogo,Capitulos teológicos, gnósticos y prácticos 2, 22, en Id, Chapitres théologiques, gnostique et pratiques, a cargo de J. Darrouzès, SC 51 bis, Cerf, Paris 1980, pp. 114-116.

[3] Cf. Simeón el Nuevo Teólogo, Capítulos teológicos, gnósticos y prácticos I, 63, p. 74; Dobrotoljubie V, p. 17; La Filocalia III, p. 357.

[4] Cf. Lc 15, 17-28.

[5] Gregorio el Sinaíta, Capítulos sobre la oración. Cómo el hesicasta debe sentarse para la oración y no levantarse muy rápido7, en Dobrotoljubie V, p. 226; La Filocalia III, p. 607; Mistici bizantini, p. 511. En la Filocalia eslava las obras de Gregorio el Sinaíta están colocadas en la primera parte.

[6] Cf. Hesiquio de Batos, A Teodulo 187, en Dobrotoljubie II, P. 199; La Filocalia I, p. 267.

[7] Cf. Calixto e Ignacio Xanthopouloi, Método y canon exacto –con la ayuda de Dios- acompañado del testimonio de los santos para cuantos han elegido la vida hesicasta y monástica 85, en Dobrotoljubie V, p. 402; La Filocalia IV, p. 263; Mistici bizantini, p. 766. Calixto I Xanthopoulos, patriarca de Constantinopla (+ 1363), discípulo de Gregorio el Sinaíta y monje del Monte Athos, fue autor de escritos espirituales a la par de su amigo Ignacio que tenía el mismo apellido: en el lugar citado emplean la expresión de “permiso pedagógico”(popuscenie obucitel’noe), la caída permitida por Dios para instruir al alma.

[8] Juan de Cárpatos,Cien capítulos de admoniciones a los monjes de la India 33, en DobrotoljuibieIII, p. 84-85; La Filocalia I, p. 409.

[9] Ibid. 41, en Dobrotoljubie III, p. 86; La Filocalia I, p. 410.

[10] Cf. Ibid. 73, en Dobrotoljubie III, p. 96; La Filocalia I, pp. 420-421. A inicio del pasaje están citadas las palabras de Mateo 4, 11.

[11] Nicetas Stethatos,Primera centuria. Capítulos prácticos54, en Dobrotoljubie V, p. 96; La Filocalia III, pp. 407-408. Nicetas Stethatos (XI siglo) fue presbítero del monasterio de Estudion en Constantinopla y discípulo de Simeón el Nuevo Teólogo. “Tiemblas por sus palabras” es un eco de Is 66, 2.

[12] Citaciónad sensum de la Regla (Ustav) de Nilo Sorskij: cf. Infra, p. 77, n. 102.

[13] “El corazón del sabio está a su derecha, el corazón del necio a su izquierda” (Qo 10,2).

[14] Cf. Pseudo-Simeón el Nuevo Teólogo, Las tres formas de orar, en DobrotoljubieV, pp. 469-470; La Filocalia IV, p. 513.

[15] Cf. Ibid., en La Filocalia IV, pp. 512-513 (Teófano omite este pasaje en la traducción rusa, cf. Dobrotoljubie V, p. 469, nota [N.d.T.]; Calixto e Ignacio Xanthopouloi, Método y canon exacto 25, en DobrotoljubieV, p. 339; La Filocalia IV, p. 188; Mistici bizantini, p. 701.

[16] Nilo Sorskij (Majkon, 1433-1508), fue el referente espiritual del movimiento monástico de los “no poseedores” (nestjazateli), al cual pertenecían los llamados starcydel más allá del Volga, los ascetas de los skit en los bosques ubicados más allá del Volga. Nilo fue el primero en afirmar la necesidad de un examen crítico de los textos de la tradición eclesiástica, cosa que discrepaba con los principios por entonces dominantes. Es aquí citado el tercer capítulo de su Reglao Ustav (“Cómo y con qué cosas armarse para afrontar las batallas de la ascesis mental”): cf. Nil Sorskij, Innokentij Komel’skij, Socineninja, a cargo de G. M. Prochorov, Izdatel’stvo Olega Abysko, Sankt-Peterburg 2005, pp. 126-127; Nilo Sorskij, Vita e scritti, a cargo de E. Bianchi, Gribaudi, Torino 1988, pp. 65-67.

[17] Cf. Juan Clímaco. La Escala 19, 12 p. 297; 28, 45 ss., pp. 441 ss.

[18] Cf. Pseudo-Juan Crisóstomo, La oración, PG 62, 737-740; La cananea, PG 52, 449-460; Tvorenija svjatogo otca nasego Ioanna II/2, Sankt-Peterburg 1896, p. 834; III/2, pp. 469-473.

[19] Cf. Filoteo el Sinaíta, Cuarenta capítulos népticos 19, en DobrotoljubieIII, pp. 410-411; La Filocalia II, p. 406.

[20] Cf. Barsanufio de Gaza (+ 540), Carta 444, en Barsanuphe et Jean de Gaza, Correspondance II/2, a cargo de F. Neyt, P. de Angelis-Noah y L. Regnault, SC 451, Cerf, Paris 2001, pp. 522-524.

[21] Cf. Nilo el Sinaíta, Discurso sobre la oración63 y 29, en Dobrotoljubie II, pp. 210.214; La Filocalia II, pp. 279. 276. En realidad los capítulos puestos bajo su nombre en la Filocalia pertenecen a Evagrio Póntico, La oración, pp. 104 y 86.

[22] Cf. El siguiente pasaje en su Discurso sobre la fe, extraído de la Catequesis 22:“¿Habéis entendido cómo ni la juventud nos es un obstáculo, ni la ancianidad una ventaja, si en nosotros disminuye el temor de Dios? ¿Aprendisteis ahora cómo ni la vida en el mundo y tampoco en la ciudad nos impide cumplir los mandamientos divinos si tenemos celo? Y también que, ¿ni la separación del mundo ni la soledad nos sirven si somos perezosos y negligentes?” (Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija I, p. 152; Dobrotoljubie V, p. 456; La Filocalia IV, pp. 501-502).

[23] “Cuando te sucede de estar tentado, o comienzas a contrarrestar el pensamiento…entonces acuérdate de la oración y del juicio, que éste atrae, e inmediatamente se aplacará en ti el movimiento desordenado” (Evagrio Póntico, La oración 12, p. 77); “Durante tales tentaciones recurre a una oración breve e intensa” (ibid. 98, p. 123).

[24] Aquí son indicadas las cartas del mismo Arsenio bajo los números correspondientes.

[25] Carta VIII escrita en la pustyn’ de San Saba.

[26] Carta XXII escrita en el monasterio Simonov.

[27] Las referencias no son claras.

[28] Del starec Basilio de Poiana Marului (+ 1767), maestro de Paisij Velickovskij (1722-1794), son citados ad sensum los escritos insertos en la Vida de este último, editada en Optina en 1847; cf. Zitie i pisanija moldavskogo starca Paisija Velickovskogo s prisovokupleniem predislovij na knifi sv. Grigorija Sinaita, Filofeja Sinajskogo, Isichija Presvitera i Nila Sorskogo, socinennych drugom ego i sopostnikom, starcem Vasiliem Poljanomerul’-skim, o umnom trezvenii i molitve, Izdanie Kozel’skoj Vvedenskoj Optinoj Pustyni, Moskva 1847 (rist. Anast.: Moskva 2001), p. 81

[29] Cf. Calixto e Ignacio Xanthopouloi, Método y canon exacto 59, en Mistici bizantini, p. 739, donde está citado también el Método de la santa oración y atención del Pseudo-Simeón el Nuevo Teólogo.

[30] Isaac de Nínive, Primera colección 53 (slavo 30); cf. Ize vo svjatych avvy Isaaka Sirianina slova podvizniceskie, Sergiev Posad 1911, pp. 133-134.

[31] Cf. Zitie i pisanija, pp. 73-84.

[32] Esta expresión es citada por Gregorio el Sinaíta en los Capítulos sobre la oración 5: “Cada cosa medida es excelente, según los sabios necios”(Dobrotoljubie V, p. 219; La Filocalia III, p. 600; Mistici bizantini, p. 504). Los “sabios necios”son los filósofos paganos (cf. 1 Cor 1,20); el dicho es del Pseudo-Pitágoras, Carmi aurei 5, 38 (cf. Mistici bizantini, p. 504, n. 268).
 
Carta VI

Para animarte a la oración y convencerte en todos los modos:

1. En pensamiento angustioso de ser indigno de invocar el nombre de Jesucristo es una tentación del enemigo para desanimarte, éste es algo peor que cualquier pecado.

2. Para la oración más que para cualquier otra cosa es necesario el deseo y el sereno abandono a la voluntad de Dios, el cual no mira tanto las obras, cuanto la intención.

3. Cualquier impulso a orar es una acción del Espíritu santo y en el nombre de Jesucristo sobreabunda la santidad que actúa por sí sola.

4. El recuerdo de casos excepcionales infunde confianza, como, por ejemplo, el del hierodiácono mencionado en el Paterikon [1], que cada día iba a la ciudad y cuando regresaba oraba; o del monje que en la tentación invocaba el nombre de Jesucristo: es el milagro de la alegría inesperada y de la victoria sobre la caída. Estos son hechos que testimonian el amor de Dios, la fuerza de la oración y la audacia de la invocación del nombre de Dios, y que al mismo tiempo destruyen la timidez y la reticencia inducidas por los enemigos, y demuestran que ninguna oración, ni siquiera la distraída, queda sin fruto.

5. El deseo de obtener cosas buenas por la oración es totalmente natural para quien ora: “danos hoy nuestro pan cotidiano”, “líbranos del mal”, etcétera.. Los discípulos de Cristo oraban en la esperanza, en el deseo de la gracia y todo esto lo demuestra.

6. Reflexiona atentamente lo siguiente: ¿quién debe sobre todo pedir clemencia sino el criminal?

7. Por lo tanto, recuerda las cosas extraordinarias que te han sucedido después de invocar el nombre de Jesucristo en tu vida (30) [2].

8. Finalmente, disponiéndote a invocar el nombre de Dios, medita: 1) cuán necesario es buscar la quietud; 2) cuán grande, santo y terrible es el nombre de Dios; 3) cómo su amor no tiene límites; 4) cómo no tienen límites su omnisciencia y omnipresencia; 5) cuál es la fuerza de la gracia de su Nombre; 6) y ¡cuántos por él han inmediatamente vueltos a nacer!

En Odesa, 15 de octubre de 1851. Por la mañana.


Carta VII

¿Todavía no te has convencido del poder, de la consolación y de la utilidad de la incesante oración interior?

¿Te has olvidado tan fácilmente? ¿Tan rápidamente se han borrado de tu memoria los episodios sorprendentes, en cuyo tiempo tú eras conscientemente imbatido y que te habían firmemente persuadido de que “el Señor está cerca de todos los que lo invocan” (Salmo 144, 18)? Te habían hecho comprender la autosusbtancial santidad divina y el poder del nombre de Jesucristo, y experimentar junto a él la gracia que se consigue por su invocación. Recuerda y reflexiona: aquella vez que tú, cuando vivías en pustyn’, te sentaste en el refectorio y sin intención alguna comenzaste a realizar la oración de Jesús, ¡cómo rápida e improvisadamente advertiste descender sobre ti el espíritu de oración, compunción, delicia y amor!

Como, mientas caminabas orando en un bosque solitario, tú fuiste extasiado contemplando la abundancia de la naturaleza y recibiste la luz en la inteligencia.

Como, yendo a una reunión, temblando por la posibilidad de encontrarte con tus enemigos, que deseaban descargar sobre ti toda su ira, tú, armándote con la invocación del nombre de Jesucristo, cuando los encontraste eran como corderos.

Cómo, después de haber perdido la esperanza de encontrar y recibir (p.a.) [3], tú recurriste a la oración de Jesús y después de haber recitado sólo cien invocaciones, inesperadamente recibiste aquello que esperabas, encontrando la paz.

Cómo tú esperaste en la melancolía y en la indecisión a B.P. y P. D. [4] y sólo después de un rosario [5] de la oración de Jesús has sido generosamente escuchado. Cómo muchas veces, buscando consolación, tú te has puesto a invocar el nombre de Jesucristo en Odesa y como siempre recibiste alegría, como siempre encontraste una situación favorable.

Cómo en tu peregrinar sin demora y en extrema pobreza, preparándote con la oración de Jesús (700) [6], inesperadamente, más allá de toda esperanza, tú recibiste hospitalidad y limosna.

Cómo durante una enfermedad incurable, en pustyn’,la oración interior se te ha revelado como una inesperada ayuda.

Cómo tú has recibido milagrosamente socorro en la calle por un desconocido, después de haber orado invocando ayuda.

Cómo, oprimido por un conflicto interior, rezadas cien oraciones de Jesús, has recibido la conciencia de quién te hacía guerra y has obtenido la paz.

Con qué rapidez y felicidad tú encontraste el camino del corazón durante la oración de Jesús, al inicio de cada práctica [del método de oración].

Cómo la fuerza de la oración se te ha revelado sensiblemente en la espera. Sólo tres invocaciones y te vino la paz.

Cómo milagrosamente, por ayuda de la oración, se te ha conservado un cuaderno en el mar… Cómo has comprobado la fuerza de la oración cuando has sido liberado de la angustia.

Nota también esto:

Cómo las faltas han sido consecuencia del abandono de la oración de Jesús y de no haber seguido el íntimo impulso a la oración, por pereza, por olvido, por optar no dejar reavivarte por la oración misma. […]

Así (en el monasterio de San Jorge [7]) el rechazo de los pensamientos de la oración pronto te causó aflicción y turbación.

Ahora considera: una oración indigna y distraída ha manifestado tantos beneficios, son tantas las ocasiones en las cuales has sido custodiado y pacificado. Mientras por el contrario –con toda evidencia- también su abandono ha traído consigo penas y merecidos castigos.

Y así, pensando en todo aquello que te he enumerado: no te debería remorder la conciencia y no deberías tener vergüenza de dejarte vencer a menudo por la pereza, ¿y [no sería mejor] a cada impulso del alma invocar el nombre de Dios o descender al corazón según el fácil método que conoces?

¿Por mucho tiempo? Sólo cinco minutos, para rezar una corona de las preciosísimas azucenas [8] del nombre de Jesucristo. La duodécima parte de una hora, para subir la escalera de la oración de Jesús. ¡Eres perezoso de realizar esto, y eres incapaz de ofrecerlo a Dios de buena gana y a tú mismo bien, siendo un tiempo tan breve e insignificante!

¡Recobra la razón! Vuelve a ti mismo y, reúne fuerzas, ¡No dejes escapar las insinuaciones a la oración! Ora aunque sea con pocas invocaciones, reza por lo menos un rosario o media corona con la invocación del nombre de Jesucristo.

¿Quién sabe? ¿Quizás en aquel momento en el cual no haz seguido el recuerdo de la oración sugerido por la gracia, habrías podido recibir un bien salvífico y una consolación celestial para toda tu vida?

Recuerda que en el divino nombre de Jesucristo está escondido un gran misterio: él es fuerza, lugar de santidad y santificación. Y por esto te da paz y no te turba si la invocación es impura. Esto nos hace humildes. Pero la omnisciencia de Dios ve todo y conoce toda intención y por amor aprecia también los más pequeños trabajos.

Di al Señor: ¡Señor! Tú ves toda mi intención, mi debilidad y mi deseo. Acoge mi indignidad y enséñame a orar de modo digno…

Es verdad que ninguna de tus oraciones quedarán nunca sin beneficio: sólo tú esfuérzate…

No escucharás el pensamiento que viene de tu enemigo y te dice: “Antes haz esto o aquello, luego podrás también orar”. Prefiere la oración a cualquier obra. Ella está más allá de todo, es más importante que todo.

¿Se deberá orar mucho tiempo? Hecha solo una breve oración, podrás luego ocuparte de las otras obras de piedad.

Nota finalmente que cada impulso, cada recuerdo de la oración es acción de la gracia y por esto, secundándola, tú eres obediente y testimonias tu sometimiento a Dios…


2 de agosto 1859. En el monasterio de San Jorge.


Carta VIII

A cada impulso interior a la oración o a cada recuerdo de la necesidad de orar incesantemente, de orar a menudo, el pensamiento indolente nos dice: “¡orarás después! Más ahora haz esto otro”. O bien: “¡Recoge primero los pensamientos, dispón la mente, y entonces podrás ponerte a orar: porque ahora qué clase de oración sería: distraída, fría, breve, y por esto también indigna! [9]

Tal pensamiento deshonesto se debe rápidamente destruir con estas reflexiones. Se debe estar firmemente persuadido de que:

1. Apenas se advierte el pensamiento de la oración, es necesario reconocerlo como la acción de la gracia en nosotros: en efecto, no somos nunca capaces de pensar algo bueno para nosotros mismos, sino que nuestra capacidad viene de Dios (2 Cor 3, 5), y nadie puede proclamar el nombre del Señor Jesús sino en el Espíritu Santo (Cf. 1 Cor 12, 3). Ya que el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26). Y por esto no podemos dejar pasar ninguno de estos impulsos a orar sin al menos hacer, aunque sea, una breve oración.

2. Ninguna invocación del nombre de Dios queda sin fruto incluso sin consolación, porque en el mismo Nombre está contenida un poder de gracia que actúa por sí mismo, más allá de los labios que lo pronuncien.

3. Custodiar la serenidad en la invocación y no turbarse, si esta no es pura, pero poner todo delante de Dios. Ya esto es mucho y el Señor no rechaza tal invocación.

4. ¡Esperar la imprevista visita del Espíritu, recordando casos inesperados! ¿Quién lo sabe? Quizás en aquel instante del impulso de la oración, que has dejado pasar sin la invocación del nombre de Jesucristo, habría sido la fuente de agua que brota para la vida eterna (Juan 4, 14).


En el pustyn’ de San Sabba, 2 de febrero de 1849


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 48- 53.


[1] En ruso Otecnik, colección de Vidas y Dichos de los padres del desierto. El más difundido en esa época era la compilación realizada por Ignacio Brjancanino en 1866-1867.

[2] El número entre paréntesis indica aquí la cantidad de los mencionados “cosas milagrosas”,ligadas a la oración de Jesús.

[3] Abreviaciones indescifrables.

[4] Abreviaciones indescifrables.

[5] Literalmente: “escalera” (lestvica, o lestovka, “escalón” o la variante listovka), término que indica un rosario de cuero con un grupo de tiras de cuero.

[6] El número entre paréntesis indica aquí el número rezado de la oración de Jesús.

[7] El monasterio de San Jorge de Balaclava se encuentra en Crimea, no lejos de Sebastopoli. Fundado en 891 por los griegos, que según la leyenda San Jorge habría salvado milagrosamente de una tormenta de mar.

[8] Krin en el texto, del griego Krínon.

[9] Aquí retoma el elenco numerado interrumpido al final de la carta VI.

Carta XVI

Me asombro de que tú te entristezcas por la incapacidad de progresar en la oración interior, porque todos los esfuerzos por la custodia de la mente de los pensamientos, todos los ejercicios por purificar el corazón de la sensualidad y dirigirlo al amor de Dios no han surgido ningún efecto. Compadezco la situación, pero al mismo tiempo deseo revelarte la causa. ¿Qué es lo primero que debe hacer quien quiere aprender a leer? ¿No debe quizás aprender mecánicamente el alfabeto, gracias al cual llegará a aprender las sílabas y las frases enteras? Pero tú, abandonando el ejercicio de la repetición del nombre de Dios, te has puesto directamente a ejercitar la mente en los grados más altos de la actividad espiritual, sin ninguna preparación preliminar, sin el primer gemido del infante a Dios Padre, a fin de que te enseñe él mismo a orar (Mateo) [1]. Y es por esto que, por más que tú te hayas cansado de pronunciar el nombre de Dios en Espíritu y en verdad [2], no lo has alcanzado con tu esfuerzo inoportuno, y después de haber enfriado tu celo inicial has conseguido no sólo no pronunciar el divino nombre de Jesucristo en Espíritu y en verdad, sino de no pronunciarlo más ni siquiera con la boca.

Tú objetas contra la sola invocación oral del nombre de Dios el hecho de que Jesucristo ha dicho: “No cualquiera que diga Señor, Señor, entrará al reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7, 21), y afirmas que la sola oración oral sin la participación de la mente y del corazón es un hablar en vano. Estoy de acuerdo que en la oración Dios nos pida el corazón: “Hijo, dame tu corazón” (Proverbios 23, 26). Pero desde el momento en que nosotros con nuestras solas fuerzas no somos capaces no sólo de sumergir el corazón en el amor divino, sino que ni siquiera de hacer nacer en nosotros un pensamiento bueno, y que solo Dios nos da otro corazón y nos dará un espíritu nuevo [3], como dice la Escritura. ¿Qué otra cosa nos queda por hacer si no el pedirlo como sepamos y como podamos, balbuceando como niños el nombre de Jesucristo? San Macario el Grande lo expresó espléndidamente: “Orar de cualquier modo está en nuestro poder, pero la oración pura es un don de la gracia” [4]. Y por esto, lo que depende de nuestra voluntad, de nuestra posibilidad, nosotros estamos obligados indefectiblemente a ofrecerlo en sacrificio a Dios, a fin que el don de la gracia se derrame sobre este sacrificio impotente y frío y lo haga arder con el fuego de su amor. Es justamente así como sucede, en efecto la palabra de Dios nos dice: “¿El Señor no escuchará por tanto a aquellos que gritan a él día y noche? (Lucas) [5] Es decir, gracias a la oración frecuente el Señor dará el don de la oración pura [6]. Por esto se puede ver que también la sola oración oral, pero incesante, puede conseguir el fruto más benéfico: elevarnos a la oración espiritual.

No solo quien dice “Señor, Señor” entrará en el Reino, sino aquel que haga la voluntad de Jesucristo y ponga en práctica sus enseñanzas, como dijo él mismo en el pasaje paralelo: “¿Por qué me llamad (jactándoos) “Señor, Señor” y no hacen lo que les digo? (Lucas 6, 46), repito tu objeción. Pero, ¿en qué consiste la voluntad de Dios, la voluntad de Jesucristo? ¿Cuál es su conclusión fundamental? No es quizás esta: “ya que sin mí no podéis hacer nada, permaneced en mí y yo en vosotros” [7], y por esto orad incesantemente, ya que quienquiera que invoque el nombre del Señor se salvará [8]. La oración incesante constituye el mandamiento fundamental por el hecho de que los otros mandamientos tienen su tiempo, en cambio nos está mandado orar constantemente y unir la oración a toda virtud. Por consecuencia, hace la voluntad de Dios aquel que ora incesantemente, que en todo tiempo pide misericordia invocando el nombre de Jesucristo. Pero puesto que la oración pura del corazón y del espíritu no es el resultado de nuestro esfuerzo, mientras la invocación exterior con los labios del nombre de Dios depende de nosotros, hará por tanto la voluntad de Dios quien pronuncia incesantemente el nombre de Jesucristo.

Imagina si un hombre, persuadido de la necesidad y del beneficio de la frecuente invocación del nombre de Dios, decidiese invocar incesantemente a Jesucristo en todas las ocupaciones y en toda situación y tiempo: ¿en qué otra cosa pensaría sino en Jesucristo? Su lengua estaría completamente separada de las palabras vanas y los labios protegidos de la mentira y del juicio, el oído se acostumbraría a la repetición del Nombre, y los ojos se dirigirían hacia lo alto. Estas invocaciones le mostrarían indefectiblemente el camino para alejarse completamente de las conversaciones que distraen, y llevarlo a la continua y pura custodia de sí mismo en la soledad y en la búsqueda del reposo en Dios, como dice San Gregorio el Sinaíta [9]. Al mismo tiempo lo elevaría de las múltiples actividades a la contemplación, de la oración oral y exterior a la oración interior, incesante, a la puesta en práctica del principal mandamiento de Dios: “Orad sin cesar” (Tesalonicenses 5) [10]; “Velad orando en todo tiempo con el espíritu” (Ef 6,18) [11]. Tal hombre, que a través de la práctica ha ascendido a la contemplación, desde aquel momento viviría por decirlo así de la oración, la respiraría, todas sus ocupaciones se desarrollarían a través de la oración y estarían acompañadas por la oración sin intermisión. Y no te parezca esto imposible o irrealizable, como argumentan algunos por el hecho de que como orar es mantener la mente y el pensamiento absorto en Dios [12], se podrían por consecuencia perseverar en tal estado únicamente en el reposo o en la absoluta inactividad, o bien sólo si se está substraído de las ocupaciones y ejercicios exteriores. Y dado que la mente y el pensamiento deben forzadamente ocuparse también de otras cosas, agradables a Dios, que exigen incluso reflexión y una concentración completa, sería por esto imposible conservar ininterrumpidamente el espíritu de oración y al mismo tiempo ocupar una única mente en dos ocupaciones.

Una solución nos viene del ejemplo de quien está en la presencia de un rey terreno: cualquier actividad, por más abstraída, que lo tenga ocupado, no podría distraerlo ni siquiera un instante de la percepción interior de la presencia del rey junto a él [13].

No sólo esto. Si incluso un inoportuno exceso de celo, por encima de tus fuerzas interiores, te mostrara la necesidad de una preparación preliminar de la mente y del corazón para acceder dignamente a la práctica de la oración, secundando tal celo, como ha sucedido, tú no harías más que emplear un montón de tiempo en la preparación, dejando del todo inactiva la obra misma de la oración. Pero justamente por esto debes persuadirte firmemente que no hay nada que prepare fácilmente a una digna oración cuanto la oración del nombre de Jesucristo. Sólo esfuérzate en recitarla cuanto más a menudo y cuanto más tiempo te sea posible. Ya que este divino Nombre contiene en sí un poder santificante de gracia, para quienquiera que lo pronuncie. Si la cantidad eleva a la cualidad, la frecuencia de la oración conduce a la oración pura…

¡Que el Señor te ayude a recordarlo siempre!

1841. Agosto. Monasterio Zaikonospasskij [14]



Carta XVII

Si no sientes inclinación a la oración incesante y deseas despertar en ti este celo salvífico, medita cuidadosamente cuánto es bienaventurado y feliz aquel que ha adquirido la capacidad de gustar y deleitarse del ejercicio de la oración, cuyo corazón se inflama de alegría en la invocación del nombre de Jesucristo. Y verás en verdad que es bienaventurado quien de la ascesis de la oración hace su propio dulce alimento. Quien a través de la oración es atraído a la unión interior con el Señor, como el hierro al imán, ¡y triunfa espiritualmente en este mismo camino! Bienaventurado, finalmente, quien en la hora de la lucha con los enemigos de su salvación puede contraponer placer a placer, consolaciones a consolaciones: el placer de la oración al placer del mundo; las consolaciones de la quietud y de la soledad a las consolaciones de las fiestas mundanas y de la disipación. Éste será insensible a cualquier aflicción de la vida y en toda hora experimentará una jovial alegría, como afirma Hesiquio [15].

Quizás dirás que todo esto delinea precisamente los rasgos de un cristiano perfecto, de un celoso asceta colmado de gracia: aquel que después de un largo trabajo y una dolorosa violencia hacia sí mismo ha alcanzado semejante estado y gustado los frutos de la propia ascesis. Pero no al principiante y a quien está en la mitad de lo que le queda aún por recorrer de este largo camino, plagado de luchas sin cesar, de sufrimientos y de paciencia. Y es justamente esto que, asustándonos en el principio mismo [del camino], es a menudo la causa de nuestra sequedad y timidez a lo largo del camino espiritual.

¡Esto es así! Aquel que es perfecto, está inflamado de celo y de exquisita consolación, pero también el principiante y el proficiente no están privados de ellas, si bien en menor medida. Considerando su estado, para cada uno de ellos se puede encontrar un alimento espiritual específico. Por ejemplo, el principiante es consolado en la propia ascesis interior por el hecho: 1) de poner en paz su propia conciencia; 2) de tender como fin al fruto de la propia fatiga: desbordar de consolación, exultancia e incomparable dulzura; 3) esperar obtenerlo, confiando en la bondad divina; 4) sentir cómo día a día la fatiga ascética se hace menos áspera y que nos habituamos gradualmente a ella; 5) tener la esperanza de evitar la gehena y heredar el reino de la gracia; 6) contemplar con el propio espíritu las cosas de lo alto, nuevas revelaciones y nuevos misterios; 7) y, conociendo la propia debilidad, comenzar a alcanzar la humildad, que confiere una imperturbable tranquilidad. Y para los principiantes es una consolación también el hecho que, cuando lee los libros de los santos padres, encuentra a san Macario el Grande que afirma: “Sucede que apenas alguno está por ponerse de rodillas, inmediatamente el corazón se le llena de la acción de Dios y su alma se estremece de alegría en el Señor” (Discurso 6, c. 8) [16]. Con estas palabras él puede consolarse en la espera de que quizás en ese mismo instante, o en el siguiente, consagrado a la oración, actúe la gracia divina y le revele el gusto de la dulzura espiritual. Después de todo esto, podemos comparar al novicio a un hombre de armas que, convocado a un lugar retirado para recibir una condecoración del emperador, se apresura a ir y, exultando por la felicidad que le espera, es como si no sintiese lo largo y cansador del viaje.

Aquel que está en medio del camino, es decir el proficiente, pregusta el fruto de sus ejercicios ascéticos: 1) en el recuerdo de aquellas dulces horas en las cuales le ha sucedido, extasiándose, de elevarse más allá de todos los placeres sensibles; 2) las felices experiencias que guarda en su memoria lo ayudan y le consuelan en este nivel; 3) es así que despertado, reaviva la propia fe, refuerza la esperanza y se inflama en el espíritu para progresar en el camino.

¿Qué decir de las consolaciones más altas, las propias de los perfectos? Estas sobrepasan indeciblemente toda comparación. No sólo es imposible alcanzar la dulzura sin la gracia, sino incluso la mente de los santos, que la rozaron y se alimentaban de ella suavemente, afirman que cualquier bien material es ínfimo comparado con la satisfacción espiritual. Y sin embargo para no privar de conocimiento a los que lo desean, los santos padres la representan con algunas semejanzas. La vida interior de la oración, dicen, causa una imperturbable paz en el espíritu, en la conciencia y en la mente, en cuanto “alguien permanece siempre en el propio corazón se aleja definitivamente de las bellezas de la vida” que turban la psiquis, como dice san Nicéforo [17]. Entonces la concupiscencia se extingue, cada pulsión sensual permanece impotente y las atracciones terrenas pierden su fascinación (Teolepto, c. 1) [18], en su lugar las sustituyen las superiores bellezas celestiales y el corazón se sumerge en un incesante e inenarrable júbilo sobrenatural, atraído por el amor de Dios. Siente un dulce movimiento y como una ebullición que invade todos sus órganos. En la mente advierte una extraordinaria ligereza y un fácil acceso a Dios. En el repudio de todos los pensamientos del mundo presente, encuentra el dulcísimo vínculo que lo une a Cristo, que a veces está como si dejase sentir sensiblemente su propia presencia en el corazón, el cual está colmado de una indecible dulzura. Y esta sensación, como un río en el cual fluye dulzura, penetra todos los miembros. En el alma se vislumbra una luz más pura que la luz sensible. Un resplandor que supera al del sol. Una dulzura más intensa que todas las delicias sensibles. El alma se consume dulcemente en el fuego del amor divino y no se aflige en las desgracias y en las pruebas.

Ninguna ofensa la encoleriza. Y las alegrías mundanas no le impresionan en absoluto. El alma en el ejercicio interior de la oración se alimenta admirablemente de la sabiduría espiritual, ya que –como dice Pedro Damasceno- ella adquiere profundo conocimiento de sí misma y de las obras divinas. Ella penetra el significado de la vida de Jesucristo y de sus discípulos, comprende las obras y las palabras de él. Conoce la naturaleza y los cambios de las cosas, las creaturas sensibles y las inteligibles de Dios, y alcanza el supremo conocimiento de Dios, llamado teología [19]. ¡Estos son los dones que causa la perfecta oración interior!

San Macario el Grande tiene palabras estupendas para describir la consolación de la vida interior de los hombres de oración que han llegado a la perfección. Las consolaciones espirituales, dice, se pueden en parte convenientemente comparar a las consolaciones sensibles: de este modo, continúa san Macario, sucede que cuantos se ejercitan en la vida interior “a veces parece como que están en un suntuoso banque real, en donde se deleitan y se alegran con un indecible gozo. A veces, como la esposa con el esposo, gozan espiritualmente el uno del otro. A veces, como ángeles incorpóreos, prueban una velocidad y ligereza en el cuerpo, que a ellos les parece no estar revestidos de la carne. A veces, como ebrios del vino de los indecibles misterios del Espíritu Santo, exultan triunfantes de alegría. Ardiendo del divino amor del Espíritu por todos los hombres, derraman dulces lágrimas sobre todo el Adán caído. A veces arden de tal amor, vertido con indecible dulzura espiritual que si les fuese posible acogerían en el propio regazo a cada hombre, sin distinguir entre buenos y malos. A veces, aún, se abajan hasta tal punto que no ven a nadie peor que sí mismo, sino que se consideran inferiores a todos los últimos. A veces están colmados de inenarrable alegría del Espíritu. A veces, revestidos de la armadura real y, como uno entre los fuertes líderes, parten a la guerra, venciendo en el camino a las fuerzas enemigas. Otras veces una gran calma y efusión del espíritu, paz y admirable dulzura les rodean, alegrándolos. A veces en cambio la inteligencia y la sabiduría divina y el sello del espíritu los llena, y la gracia de Cristo les instruye en estos y otros profundos misterios, que ninguna lengua podría describirlos (Discurso 6, c. 6)”[20]. ¡He aquí los maravillosos efectos de la oración interior! Justamente uno de los sabios afirma que las delicias del paraíso se pregustan sobre la tierra [21]; que el cristiano puede cruzar los umbrales del cielo, sin aún dejar el mundo terreno… Aquel que experimenta estas cosas encuentra para sí la inocente condición de la gracia, perdida por Adán, y esta incluye al mundo con la naturaleza entera. Basta una sola palabra para que los espíritus malvados tiemblen; las bestias salvajes, olvidando su natural fiereza, permanecen a su alrededor como corderos; las serpientes venenosas se dejarían morir antes que tocarlo y morderlo. Los mismos pájaros sobrevuelan plácidamente los lugares en los cuales habita la quietud y la paz divina, y a veces se toman el cuidado de alimentar a estos hombres de Dios.

La Santa Escritura nos ofrece una idea sublime de las delicias de la vida contemplativa, cuando habla de la paz de Dios (Fil 4,7), de la alegría indecible y gloriosa (1 Pedro 1,8), del mana escondido (Ap 2,17), del sello de la redención (2 Cor 1,22), etcétera.

La meticulosa consideración de todo cuanto se ha dicho hasta ahora llena al espíritu de celo y dispone al corazón a buscar adquirir el fin de la oración.

¡Toma conciencia y dedícate a ejercitar con más ardiente celo la oración interior!

28 de marzo de 1932. En el monasterio de Simonov [22].


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 62-71.


[1] La referencia no es precisa; paráfrasis de Lc 11, 1.

[2] Juan 4, 23.24

[3] Paráfrasis de Ez 11, 19; 18, 31; 36, 26.

[4] Pseudo Macario, Omelie 26, en Prepodobnogo otca nasego Makaija Egipteskogo duchovnye besedy, poslanija i slova, Svjato-Troickaja Sergieva Lavra 1904, pp. 203 y passim; Id., Spirito e fuoco. Omelie spirituali(Collezione II) a cargo de L. Cremaschi, Qiqajon, Bose 1993, pp. 273-287 (en particular p. 283); cf. Infra, p. 103, n. 172.

[5] Lc 18,7

[6] Juego de palabras en el original entre oración castaja(“frecuente”) y cistaja (“pura”): cf. El mismo argumento y las mismas expresiones en Racconti di un pellegrino ruso, p. 230 [N.d.T.].

[7] Cita modificada de Juan 15,5.

[8] Gal 3,5; Hechos 2,21

[9] Cf. Gregorio el Sinaita, Capitoli molto utili con acrostico III y passim, en DobrotoljubieV, p. 204; La filocalia III, p. 557; Mistici Bizantini, p. 462.

[10] I Ts 5,17.

[11] Unión de las citas de Mc 13,33 y de Ef 6,18.

[12] La definición se remonta al Tratado sobre la oración de Evagrio, que la tradición ha puesto bajo el nombre de Nilo el Sinaíta: cf. Evagrio Póntico, La preghiera, a cargo de V. Messana, Cittá Nuova, Roma 1994.

[13] Se trata de una de las imágenes más utilizadas en la didáctica ascética, con la cual los santos padres expresan el estado psíquico del cristiano que está ante Dios.

[14] El monasterio estauropegio Zaikonospasskij es uno de los más antiguos de Moscú. La iglesia principal fue construida por orden del zar Aleskej Michailovic en 1661.

[15] Cf. Hesiquio de Batos. A Teodulo, discurso útil al alma y salvífico sobre la sobriedad y sobre la virtud en 176 capítulos: “Mantengámonos por tanto obligados a orar y a la humildad, estas dos cosas que juntan con la sobriedad combaten contra los demonios como una espada de llama. Es posible en efecto a nosotros, si vivimos así, cada día y a cada hora, celebrar una fiesta de alegría mística en el corazón” (Dobrotoljubie II, p. 196; La filocalia I, p. 265).

[16] Prepodobnogo otca nasego Makarija Egipteskogo duchovnye besedy, pp. 423-424; cf. Pseudo – Macario, Discorsi 4,6, en Macario-Simeone, Discorsi e dialoghi spirituali I, a cargo de Moscatelli, Edizioni Scritti Monastici, Bresseo di Teolo 1988, pp. 92-93; Id., Omilie 8, en Id., Spirito e fuoco, p. 135.

[17] Cf. Niceforo l’Athonita, Tratado máximo de utilidad sobre la custodia del corazón: “El reino de los cielos en efecto está dentro de nosotros, y quien allí lo contempla y lo encuentra con la oración pura, desprecia y odia todas las vanidades exteriores” (Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija I, p. 331; La filocalia III, p. 526; Mistici bizantini, p. 428).

[18] Cf. Teolepto di Filadelfia, Exposición parcial como promemoria de los consejos dados en diversas ocasiones por el humilde Teolepto de Filadelfia a la venerabilísima princesa monja Eulogia y a su compañera y subordinada monja Agatonike 8, en Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija I, p. 245; Dobrotoljubie V, p. 176; La filocalia III, pp. 509-510; Mistici bizantini, p. 534.

[19] Cf. Pedro Damasceno, Sobre ocho contemplaciones inteligibles, en Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija II, pp. 57-58; La filocalia III, p. 90; Mistici bizantini, p. 237. Véase también la traducción rusa (no conocida por Arsenio, ya que fue publicada por primera vez en 1874: Tvorenija prepodobnogo i bogonosnogo otca nasego svjascennomucenika Petra Damaskina v russkom perevode, Moskva 1993, pp. 59-60.

[20] Prepodobnogo otca nasego Makarija Egipteskogo duchovnye besedy, pp. 421-422; cf. Pseudo –Macario, Discorsi 13,2, en Macario-Simeone, Discorsi e dialoghi spirituali II, a cargo de F. Moscatelli, Edizioni Scritti Monastici, Bresseo di Teolo 2003, p. 39.

[21] Cf. Gregorio el Sinaíta, Capítulos muy útiles con acróstico 38 y 56: “Como las semillas de los tormentos futuros están escondidamente presentes en el alma de los pecadores, así las semillas de los bienes futuros están presentes en los corazones de los justos, y ellas actúan y son saboreadas espiritualmente. En efecto, el reino de los cielos es la vida virtuosa, así como los tormentos del infierno son los hábitos pasionales”; “En el tiempo futuro cada uno tendrá aquel grado de divinización según cuando son ahora perfecto en el crecimiento espiritual” (Dobrotoljubie V, pp. 187, 189; cf. La filocalia III, pp. 538, 541; Mistici bizantini, pp. 443, 446).

[22] El monasterio Simonov de Moscú fue fundado en 1370 por el sobrino y discípulo de san Sergio de Radonez, Teodoro.

Carta XX

LA CONCIENCIA: ¿Por qué ahora que sientes la atracción no te pones a rezar y no entras a tu corazón?

LA RAZÓN: Espero un poco, me tranquilizo. Es necesario prepararse para la oración.

LA CONCIENCIA: Uno no debe nunca demorarse un solo instante cuando se advierte la llamada a orar. Es necesario aferrar siempre este impulso, y, aunque sea sólo por poco tiempo, ponerse a orar. Aunque sea sólo por cinco minutos, pero dedicarlos a la oración. ¡Es un impulso del Espíritu Santo! ¡Es una insinuación de tu ángel custodio! ¡No escuches el pensamiento contrario!

No podrás de ningún modo prepararte mejor sino siguiendo la atracción divina. Nadie viene a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae [1], dice Jesucristo. Acaso no sabes que aquel instante de incitación que tú has dejado pasar sin haberlo seguido te habría abierto la fuente de la verdadera oración. Mientras el haberlo dejado en la inacción traerá invariablemente dolorosas consecuencias. Así, recordad que no hay nada mejor para tranquilizarte y prepararte a la oración que la oración misma. Y por esto no dejes pasar nunca vanamente el impulso a la oración. Cualquiera sea tu oración, sin embargo, practicándola, tú manifiestas una obediente sumisión al Señor, que mira nuestra intención.


(24 de noviembre de 1852. En el monasterio de San Jorge en Balaclava)


P.S. San Isaac el Sirio en el Discurso 47 (ff. 247, 251) escribe: El Señor ha dado la oración como sostén a nuestra debilidad. Por esto ningún hombre puede desesperar de la propia salvación. Es necesario sólo no abandonar el celo por la oración y no ser perezosos en pedir a menudo ayuda al Señor [2].

No se debe dudar –continúa el mismo autor (Discurso30, ff. 165 y 168)- si durante la oración no se llega a la contrición [3]. Para conocer la dulzura de la oración es necesario dejar la cantidad de los versículos de la salmodia y profundizar en el estudio de las palabras del Espíritu [4].

¡Cómo es poderosa y necesaria la oración de Jesús!



Carta XXI

Ante Dios ninguna oración “se pierde”. Este es el adagio nacional de nuestros antepasados rusos. ¡Qué palabras profundas! Contienen en sí la verdadera filosofía: aquí la palabra indeterminada “oración” – vale preguntarnos, ¿cualquier oración no se pierde ante Dios?- ofrece una visión peculiar sobre el sentido interior de nuestro adagio.

Nosotros somos cristianos, y en la Palabra de Dios vemos, y por la experiencia de los santos sabemos, y quizás nos ha sido dado experimentar en nuestra propia vida por qué ante Dios ninguna oración se pierde. Basta sólo abrir el evangelio, y os convenceréis sin duda que la oración en Dios no se pierde, si buscad y leed el pasaje donde Jesús dijo: “Pedid y se os dará, golpead y se os abrirá, quien busca encuentra y quien golpea se le abre” (Mateo 7) [5] y “¿El Señor no escuchará por tanto a quien grite a él día y noche?” [6]. Leyendo esta palabra, seguramente, os repito, os convenceréis y, dando el justo reconocimiento a vuestros antepasados rusos, que conocían tan bien por experiencia la santa Escritura, exclamad con todo el corazón: “¡Ante Dios ninguna oración se pierde!” Les están agradecido: vosotros habéis dado pleno significado al profundo sentido religioso de esta frase. Yo por lo menos digo así: basta dar una mirada a la historia de la Iglesia y encontraréis una enorme cantidad de hechos relativos a este argumento. Veréis cómo, mediante la oración, Josué, hijo de Nun, hizo detener al sol [7]; Elías hizo descender lluvia [8]; David derrotó a Goliat [9]; Ezequías se escapó de la muerte [10]. Muchos eremitas respiraban con la oración, vivían gozosamente en la oración. Muchos cristianos aliviaron con la oración sus sufrimientos. Muchos cristianos obraron milagros con la oración… En efecto, sin bien todo esto los haya convencido de modo decisivo del hecho de que ante Dios ninguna oración se pierde, sin embargo, yo puedo adivinar el pensamiento que surge en vosotros sobre este punto: Yo creo –afirmad vosotros- que ante Dios la oración no se pierde, pero ¡sólo cuando esta es realizada de modo digno, es decir con intención pura, con fervor y un corazón ardiente!

Permítanme que les observe que con una aclaración de este tipo vosotros no habéis en absoluto completado el sentido del adagio, sino que lo habéis notablemente circunscrito y restringido. Ahora les mostraré que este adagio no vale sólo para la oración ferviente y pura, sino también para cualquier otra oración, les mostraré que absolutamente ninguna oración se pierde ante Dios. No sólo la oración con labios puros y dignos, sino incluso aquella pronunciada por labios impuros y pecadores, no permanece sin fruto, privada de consecuencias. Se los explicaré con algunos ejemplos. Los habitantes corruptos de Nínive comenzaron a orar y aquella populosa ciudad fue preservada [11]. Una mujer entregada a las pasiones se pone a orar en todo momento e inmediatamente consigue la salvación [12]. Ora el publicano pecador y vuelve a la casa purificado [13]. Ora el leproso y es rápidamente curado [14]. Ora el pagano Cornelio y su oración es escuchada: en virtud de una oración todavía sin fe, es convertido en un creyente de Cristo [15]. Quiero decir brevemente, dice Crisóstomo, que “la oración, más allá que sea realizada por nosotros, que estamos llenos de pecados, purifica rápidamente” (San Crisóstomo, “Sobre la oración”, p. 23). [16] Con todo esto, vosotros considerad que muchos pecadores han sido rápidamente purificados por la oración… pero ahora estáis pronto a replicarme que su oración estaba llena de conciencia de su propio pecado, de arrepentimiento y de fervor interior, y que justamente ésta es la condición adecuada y pura, para que la oración no se pierda ante Dios.

¡Esta es vuestra conclusión! Pero tened un poco de paciencia, y yo les demostraré que también la oración inconsciente, incluso indigna de llevar este nombre, no se pierde ante Dios. Pedro, “hombre de poca fe”, ruega a Dios, y junto a la amonestación por su poca fe es salvado de “ahogarse” [17]. Una mujer exaspera al juez con su oración y obtiene lo que pedía [18]. Mirad un poco más, lo que dice Juan de Cárpatos: “El orgulloso Faraón se puso a orar para que Dios alejase de él la muerte y fue escuchado. Del mismo modo también, los demonios que rogaron al Señor no ser arrojados al abismo, fueron escuchados” [19]. Y si leed las leyendas y los relatos espirituales, cuántos ejemplos encontraréis de cómo muchos pecadores, en los cuales se había ya radicado la inclinación al mal, oraban para tener éxito en sus crímenes, y ¿qué sucedió? Semejante oración, contraria a Dios, les trajo fruto: les abrió sus ojos interiores y de un modo evidentemente milagroso los llevaba a una oración pura (Relato del icono “Alegría inesperada”[20]). Pero para persuadiros aún más de la fecundidad de toda oración, incluso la árida, inconsciente e incluso negligente, considerad lo que dice el profeta David sobre la utilidad de la oración de los animales: él, cantando a la magnanimidad de Dios, “que da alimento a los pequeños cuervos, que invocan su Nombre” [21], revela claramente que también la oración natural, casi inconsciente, de los animales, recibe su recompensa: recogen los frutos de la oración. […]

Sí, y en verdad, si oran los ángeles, y están siempre dulcemente saciados de oración; oran los santos, y son escuchados; oran los pecadores, y son perdonados; oran los malvados, y son endulzados; oran los que no conocen a nuestro Dios y son escuchados; oran los animales, y Dios les provee de lo necesario; oran los demonios, y obtienen su pedido; ¿cómo pues de todo esto vosotros no deducís la verdadera y justa conclusión de que ninguna oración se pierde ante Dios?

Pero, quizá, me haréis ahora una pregunta: ¿Cómo explicar que yo mismo muchas veces oro para recibir esto o aquello, pero por la indignidad de mi oración no obtengo lo que pido: por consecuencia, mi oración ha sido infructuosa, ha sido vana, se ha perdido ante Dios?

No–les respondo-, no es así. El Señor acoge nuestra oración incluso cuando no cumple nuestros deseos. Él predispone nuestro verdadero bien y nuestra salvación también cuando no se cumple lo que nosotros pedimos, por nuestra incomprensión y nuestra ignorancia. ¿Cómo puedo saber, por ejemplo, que algo que para mi débil intelecto parece necesario y útil, no sea para mí ruinoso y fatal una vez conseguido? Y por esto, incluso si no recibo aquello que he pedido, la oración me ha ya traído su fruto y su utilidad para mi bien fundamental. Esta circunstancia me confirma el hecho de que la oración no se ha perdido.

Si nuestras ordinarias palabras no sólo no desaparecen, ni se desvanecen después de haber sido pronunciadas, sino que toman consistencia y viven y se mueven en la esfera luminosa hasta el juicio universal [22] […] ¿cómo pueden entonces perderse o desvanecerse las palabras de la oración, que aún con todo nuestra falta de atención, es ella misma vida en el nombre de Jesucristo, ella misma concentra en sí un poder misterioso y autosubstancial y realiza milagros incluso sobre labios indignos de tal invocación? ¡Este pensamiento luminoso con qué fuerza confirma nuestra hipótesis, de que ante Dios ninguna oración se pierde!

Después de todos estos argumentos convencidos de la eterna subsistencia de la oración, ¿quién no se decidiría a ejercitarse incesantemente, o al menos a menudo, en la oración? ¿Quién permanecería indiferente pensando y hablando de este ejercicio tan importante, benéfico y necesario, cuando todo pensamiento, toda palabra de oración no desaparecen, ni se pierden, sino que viven, se conservan y actúan para nuestro bien?

Y así, orad incesantemente, o por lo menos cuanto más a menudo sea posible. ¡Invocad el nombre de Jesucristo sin cesar! Encontrareis alegría y salvación. Orad -os lo repito- cuanto más a menudo les sea posible; llenad cuanto más les sea posible vuestro espíritu con esta invocación, para que, impregnándoos de ella, sintáis por experiencia que ante Dios ninguna oración se pierde.

12 de marzo de 1846

N.B. (Marco el Monje, c. 23): Un hombre, que tenía la intención de hacer el mal (de pecar), antes se puso a orar, como de costumbre; y luego, retenido por la providencia, agradeció grandemente a Dios [23].

Juan Crisóstomo: “La oración, por más que sea realizada por nosotros que estamos llenos de pecados, purifica rápidamente”[24]; (Simeón, “Sobre la oración”,centuria 23); (Gregorio el Sinaíta). A los que se apresuran a invocar a menudo el nombre del Señor Jesucristo, les son rápidamente perdonados los pecados (Simeón 74) [25]; (Filoteo el Sinaíta): Cuando el alma acoge la intención de orar, ella es entonces liberada de las tinieblas del pecado [26]. (Juan de Cárpatos): “Tan pronto como hayas dicho: ¡He pecado, Señor!, te será dada la respuesta: Tus pecados te son perdonados” (Discurso ascético). Cuando invocamos el nombre del Señor Jesucristo, nuestra conciencia es rápidamente purificada […] [27] (Pensamientos de consolaciones).


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 88- 95.

[1] Juan 6, 44

[2] Isacco di Ninive, Prima collezione 73 (slavo 47); Ize vo svjatych avvy Isaaka Sirianina slova podvizniceskie, pp. 201, 205.

[3] Ibid. 53 (slavo 30); Ize vo svjatych avvy Isaaka Sirianina slova podvizniceskie, pp. 133-134.

[4] Cf. El capítulo “Cómo debes orar sin el movimiento de los pensamientos”, en Isaac de Nínive, Prima collezione 53 (slavo 30); Ize vo svjatych avvy Isaaka Sirianina slova podvizniceskie, p. 136.

[5] Cf. Mt 7, 7-8 y Lc 11, 9-10.

[6] Cf. Lc 18,7.

[7] Cf. Jueces 10, 12-13.

[8] Cf. I Re 18, 41-45.

[9] Cf. I Sam 17, 41-45.

[10] Ezequiel, duodécimo rey de Judá, hijo del rey Acaz, el episodio recordado está en 2 Re 20, 1-11; Is 38.

[11] Cf. Gn 3, 6-10

[12] La mujer que lavó los pies del Salvador, esparciéndole perfume en Lc 7, 38.

[13] Cf. Lc 18, 13-14.

[14] Cf. Mt 8, 2-3; Mc 1, 40-42; Lc 5, 12-13.

[15] Cf. Hechos 10, 1-48 (en particular v. 31)

[16] Cf. supra, p. 77, n. 104.

[17] Cf. Mt 14, 28-31.

[18] Cf. Lc 18, 2-5.

[19] Juan de Cárpatos, Cien capítulos de admoniciones69, en Dobrotoljubien III, p. 95; La Filocalia I, p. 420; cf. Ex 10, 17 y Lc 8, 31.

[20] Cf. supra, p. 45, n. 22.

[21] Cf. Sal 146, 9.

[22] Cf. Mt 12, 36-37.

[23] Marcos el Monje, La ley espiritual 23, en Dobrotoljubie I, p. 5232; La Filocalia I, pp. 173-174.

[24] Cf. supra, p. 77, n. 104.

[25] Los nombres de los padres citados entre paréntesis indican las citas más amplias de sus escritos que el autor tenía probablemente la intención de citar en el texto.

[26] Cf. supra, p. 77, n. 105.


[27] Cf. Juan de Cárpatos, Discurso ascético y muy alentador dirigido a los monjes de la India, sobre su pedido, como suplemento de los cien capítulos (omitido por la Filocalia rusa), en Dobrotoljubie, ili Slovesa i glavizny svjascennogo trezvenija II, pp. 294-295; La Filocalia I, p. 431.

IV

El camino de la verdad, en cuanto es posible, lo conoces. El sendero del corazón, al menos a tientas, lo has encontrado. La persuasión de que sólo el ejercicio práctico en el corazón puede introducir hasta las profundidades de sí mismo, ya lo has probado por la lectura y por la experiencia. Ahora, ¿qué te falta? Ciertamente, nada más que la resolución puesta en práctica. ¿Y qué es lo que te impide a hacerlo? ¿La pereza? ¡Entonces, evidentemente, la convicción no es tan firme! ¿La concupiscencia? ¡Entonces, evidentemente, la dieta está equivocada! ¿Las circunstancias? ¡Entonces, se ve que la paciencia es débil e imperfecta!

¿Qué hacer? Tanto cuanto puedas, cuanto te sea posible, con cuanta fuerzas te queden, pide ayuda, pide que el Señor te indique el camino hacia él.

(En un bosque solitario, 6 de julio 1851)

V

Te aflige que tu alma sea fría, que tu corazón no sea capaz de una ininterrumpida unión con Dios, ni de la incesante oración en el nombre de Jesucristo. Pero si esto te apena es un buen signo. ¡Sin embargo es triste que esto te traiga tan poco fruto! ¡Ahí de mí! Prueba reaccionar con esta medicina: medita con atención que no hay bajo el cielo ningún otro Nombre dado a los hombres en el cual puedan ser salvados (Hechos 4,12). Y después considera las consecuencias de la invocación orante del nombre de Dios, la fuerza de la invocación:

1. Pedro, con sus dudas y su poca fe, es salvado de ahogarse por haber invocado el nombre de Dios (Cf. Mt. 14, 24-31).

2. Los discípulos espantados, después de haber invocado el nombre de Dios, ven aplacarse las olas del mar. (Cf. Mc 4, 35-41; Mt 8, 23-27; Lc 8, 22-25).

3. El ciego de Jericó, gritando el nombre de Jesucristo, recupera la vista (Cf. Lc 18, 35-42).

4. El padre del niño, a pesar de sus dudas, invoca el nombre de Jesús y su hijo le es sanado (Cf. Mc 9, 17-27).

5. Uno que no seguía a Jesucristo, hecha a los demonios en su nombre (Cf. Mc 9, 38; Lc 9,49).

6. Los exorcistas hebreos curaban las enfermedades mediante el nombre de Jesucristo (Cf. Mt 12, 27).

7. El nombre de Jesucristo, representado por las indignas manos del sacerdote, transforma el pan y el vino en cuerpo y sangre… [1]

¿Ves como es poderoso el nombre de Jesucristo, y cómo actúa por sí solo también en los labios de personas débiles?

Inesperada y prodigiosa eficacia de la invocación del nombre de Jesucristo:

1. El joven Jorge fue inesperadamente iluminado y colmado de consolaciones durante la oración. [2]

2. San Máximo, besando el ícono de la Madre de Dios, recibe el don de la oración. [3]

3. Un pecador inconsciente, a través de la oración, conoció una alegría inesperada. [4]

4. La muchacha lasciva, gracias a la oración, fue hecha digna de ver a Jesucristo.

5. Aquel que, abstraído en una danza con los demonios, pronunció sin intención el nombre de Jesucristo recobró la razón y los espíritus desaparecieron [5].

6. El anciano, que con los salmos no había podido echar al espíritu oscuro que lo atormentaba, lo destruyó con la oración de Jesús.

7. El pastor, que buscando a una oveja se había perdido de noche en el bosque, recibe sin querer el don de la oración [6].

8. Como se abre la puerta con la llave, la oración abre el camino al corazón.

9. Sobre el sepulcro de los Santos Sergio y Germán [7], aquel que invocó el nombre de Jesucristo, obtuvo el don de la oración.

10. El campesino que era sastre, después de la lectura de un libro sobre la oración, pronunció el nombre de Jesucristo y se volvió un hombre de oración.[8]

11. Una persona, asistiendo al suplicio de un bandido, habiendo invocado el nombre de Jesucristo, aprendió a orar.

12. Un monje, celebrando los santos misterios, recibió la acción de la oración.

13. Dos que trabajaban en un jardín, improvisadamente advirtieron la acción espontánea de la oración después de la invocación del nombre de Jesucristo.

Consecuencias de la invocación, con deseo y espera, del nombre de Jesucristo:

1. Abad Filemón [9], después de haber enseñado sencillamente a invocar el nombre de Jesucristo, reveló a sus discípulos la acción de la oración.

2. Un aguatero moldavo, que deseaba aprender la actividad interior, en poco tiempo hizo grandes progresos en la oración.

3. El starec Vasilisk, gracias al conocimiento de la oración interior, alcanza rápidamente las más altas visiones. [10]

4. San Eustracio [11] cuando servía al altar invocaba el nombre de Dios y por esto recibía el don de hacer milagros.

5. O.L. [12] enseñó a S. a invocar el nombre de Jesucristo, lo cual rápidamente tuvo consecuencias prodigiosas.

6. San Nifonte [13] ve salir una llama de los labios de un monje que invocaba el nombre de Jesucristo.

7. El asceta Pedro [14], invocando el nombre de Jesucristo, rápidamente recibe consolación y todo [lo demás].

Después de haber considerado todo esto, acuérdate de la omnisciencia y del amor de Dios, y si en ti mismo no encuentras ni la fuerza ni el celo o la atención necesaria, recurre al menos a la invocación oral del poderoso nombre de Jesucristo. Y que tu esperanza descanse en su Nombre, que tu parte por lo menos sea la cantidad de las invocaciones.


En el Pustyn de San Saba, 18 de junio de 1851


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 43- 47.


[1] Alusión al rito ortodoxo de la preparación de los panes eucarísticos.

[2] Referencia al relato sobre el joven Jorge presentado en Simeón el Nuevo Teólogo, Catechesi 22, presentado también en la Filocalia (cf. Dobrotoljubie V, pp. 452-462; La Filocalia IV, a cargo de M. B. Artioli y M. F. Lovato, Gribaud, Torino 1987, pp. 497-505. Cf. Symeón le Nouveau Théologien, Catéchéses II, a cargo de B. Krivochéine, SC 104, Cerf, Paris 1964, pp. 373-374 (tr. It.: Id, Catechesi, a cargo de U. Neri, Cittá Nuova, Roma 1995, pp. 361-362.

[3] Episodio de la Vida del monje athonita Máximo el Kausokalyba (ca 1270-1365); cf. Dobrotoljubie V, p. 473; La Filocalia IV, p. 517.

[4] La referencia es a la leyenda del ícono de la santísima Madre de Dios llamada“Alegría inesperada”, relatada en el libro de san Dimitrij di Rostov El vellón rociado. Se narra que el ícono de la Madre de Dios “Alegría inesperada” había sido pintado en recuerdo al evento que sigue: un pecador, mientras se disponía a realizar una mala acción, rezó por su buen éxito a la Madre de Dios, a lo que ella, enojada le muestra las llagas que en ese momento se han abierto en las manos y en los pies del niño Jesús que tenía en brazos, y le explicó que cada vez que alguien cae en pecado las llagas comienzan a torturar a Cristo. Espantado por la ira divina, el pecador imploró perdón y se volvió justo. En este ícono está representada una habitación con la imagen de la santísima Madre de Dios colgando en la pared, delante del cual está de rodillas el penitente.

[5] Un episodio semejante se encuentra en la vida de Isaac de las grutas de Kiev. Cf. Zitija svjatych na russkom jazyke, izlozennye po rukovodstvu Cet’ich-Minej sv. Dimitrija Rostovskogo VI, Moskva 1905, pp. 284, 287.

[6] Cf. Racconti di un pellegrino ruso[Relatos de un peregrino ruso], pp.184-185.

[7] Según el obispo Arsenio (Letopis’ cerkovnych sobytij, Sankt-Peterburg 1880), los santos monjes Sergio y Germán habrían fundado en 1329 el monasterio de la Transfiguración sobre la isla de Valaam, en el lago de Ladoga. Sus reliquias son veneradas en Rusia desde tiempos muy antiguos.

[8] Cf. Racconti di un pellegrino ruso[Relatos de un peregrino ruso], pp.118-119.

[9] La referencia es al Relato utilísimo sobre el Abad Filemón contenido en La Filocalia. Cf. Dobrotoljubie III, Moskva 1900, pp.360-375. La Filocalia II, a cargo de M. B. Artioli e M. F. Lovao, Gribaudi, Torino 1983, pp. 357-371.

[10] En este lugar es insertada una nota posterior, rayada por uno de los monjes de Optina: “En la biblioteca del skit hay un manuscrito sobre los aspectos de la actividad interior del starecVasilisk”

[11] La referencia es a san Eustracio de Tarso, superior del monasterio situado sobre el monte Olimpo. Cf. Zitija svjatych na russkom jazyke, izlozennye po rukovodstvu Cet’-ich-Minej sv. Dimitrija Rostovskogo V, Moskva 1904, p. 289.

[12] Probablemente se refiere al staret Leonid de Optina (1768-1841).

[13] Cf. Gregorio el Sinaíta, Breve noticia sobre la hesiquía del muy santo y vigilante Nifonte, escrita por pedido de este último en quince capítulos 10. Cf. DobrotoljubieV, p. 233; La filocalia III, p. 591. Mistici bizantini, p 497

[14] Cf. Gregorio Pálamas, Vida de Pedro el Athonita. PG 150, 996-1040.

Carta XIX

Cuando pecamos, cuando caemos por la debilidad de nuestra naturaleza, más que a ninguna otra cosa, el espíritu de las tinieblas busca insinuar en nosotros el desaliento, conducirnos a la desesperación, que es peor que cualquier pecado. Éste nos sugiere pensamientos perversos: que la oración del pecador es aborrecida por Dios; que el arrepentimiento es inaccesible a quien se ha ensuciado profundamente con el pecado y que no hay esperanza de cambio; que el arrepentimiento, privado de una decisión inquebrantable, no impregnado de la humildad más profunda y de las lágrimas, no es más que un engaño de la imaginación; que incluso la oración de arrepentimiento es impotente y está fuera del alcance del pecador.

Es muy fácil para quien es inexperto en la lucha espiritual tomar todo esto como verdadero. Y es por esto, para ofrecer un escudo contra semejantes dardos del enemigo, que citamos un consolador párrafo del primer discurso de San Juan Crisóstomo a Teodoro, quien había caído en pecado:

“¡Pecador! No desesperes de la posibilidad de cambiar para mejor tu situación. Ya que si el diablo tuvo tanto poder como para hacerte precipitar desde la altura de la virtud hasta el extremo del mal, cuánto más el Dios omnipotente podrá de nuevo elevarte a la primitiva libertad y hacerte no sólo tal cual eras, sino mucho más feliz que antes. Sólo no te desanimes, no pierdas la vigorosa esperanza, no actúes como los impíos. Ya que sólo lo que hace hundirte en la desesperación no es la multitud de los pecados, sino la impiedad del alma. […]

Supongamos que alguien se haya manchado de toda clase de pecados y haya cometido todo lo que pueda cerrarle el ingreso al Reino. Y que éste, además, no sea de aquellos que no tenían fe, sino que antes era contado entre los creyentes agradables a Dios, y luego se haya convertido en un fornicador, adultero, depravado, rapaz, alcohólico, mentiroso, blasfemador y cosas semejantes. Un hombre así desesperará de sí mismo, por haber conducido hasta su avanzada ancianidad una vida tan indeciblemente viciosa. En efecto, si la ira de Dios fuese una pasión, justamente uno debería desesperarse, no teniendo posibilidad de apagar la llama por él mismo encendida con tantas acciones perversas. Pero ya que la divinidad es impasible y, sea que castigue, sea que golpee, no obra por ira, sino al contrario, por su gran cuidado y amor que alimenta por los hombres, se debe tener una gran confianza y confiar en la fuerza del arrepentimiento. En efecto, Él no castiga por venganza personal a los que han pecado en su contra, ya que ningún daño le afecta en su sustancia. No, Él hace esto teniendo presente nuestro provecho, a fin que nosotros no crezcamos en nuestra perversión. Como quien se aleja de la luz no le ocasiona ningún daño, al contrario, se hace un mal más grande a sí mismo ya que se hunde en las tinieblas, así también el hombre acostumbrándose a descuidar aquella fuerza omnipotente, no la daña para nada, sino por el contrario, se causa un daño irreparable a sí mismo. Justamente por esto Dios amenaza con castigarnos, no para vengarse sino para atraernos a él.

“¡Tal es el amor de Dios por el hombre!” Él no rechaza jamás un sincero arrepentimiento, al contrario, si incluso alguien hubiese llegado al punto límite del mal, y luego decidiese volver nuevamente al camino de la virtud, Dios lo acogería, lo dejaría volver a sí y haría todo como para que él volviera a su estado primitivo. Pero ved cómo se manifiesta aún más su amor por el hombre: si alguno muestra un arrepentimiento aunque sea aún imperfecto, también esta breve e incompleta conversión no es rechazada por Dios, sino por el contrario, por ella Él da una gran recompensa. Y esto se lo ve por la santa Escritura, que dice del pueblo judío: “Por sus pecados me he por poco enojado con él, y lo he golpeado, y he apartado mi rostro de él; y abatido ha vagado por sus senderos; y lo he curado, y consolado” (Isaías 57, 17-18) [1]

Y así, arrepintámonos aquí, te lo ruego, y aprendamos a conocer a nuestro Señor como se lo debe conocer. En efecto, sólo se deberá perder la esperanza del arrepentimiento, cuando no estemos ya más vivos, porque sólo entonces esta medicina será impotente e inútil. Pero mientras estemos aquí, ésta se muestra grandemente eficaz, incluso hasta cuando fuese asumida en la ancianidad. Por esto, también el diablo hace todo lo posible para arraigar en nosotros el pensamiento de la desesperación, porque sabe que si nosotros nos arrepentimos aunque sea un poco, incluso este poco no quedará para nosotros sin fruto. Y como quien da un vaso de agua fresca no quedará sin recompensa [2], del mismo modo quien se arrepiente de sus propias acciones malvadas, incluso aunque no llegara a una digna contrición de sus pecados, recibiría sin embargo aún así la recompensa por el propio arrepentimiento. En efecto, absolutamente ningún bien, por cuan insignificante pueda parecer, será olvidado en el justo juicio. Si los pecados serán indagados con tal severidad, que nosotros deberemos dar cuenta también de las palabras y de los deseos [3], ¡cuánto más [4] las buenas acciones, sean pequeñas o grandes, nos serán contadas en aquel día! Y así también tú, sin estar en condición de volver a la austeridad de un tiempo, si al menos un poco te apartaras del verdadero y propio torbellino de esta vida, no dejarás de obtener beneficio. Sólo pon inicio a la obra.

Quien se arrepiente puede irradiar una gran luz, a menudo aún más luminosa de aquellos que desde el inicio jamás han caído, como queda claro en la Escritura: así incluso los publicanos y las prostitutas heredarán el reino de los cielos [5]. Así muchos son preferidos a los primeros [6]. Te contaré ahora un caso extraordinario, que da testimonio del inmenso poder del arrepentimiento y de la fuerza de ánimo. Un archidiácono, después de muchas fatigas viviendo por mucho tiempo en la anacoresis agradable a Dios, llevando una vida angélica con un solo compañero y habiendo llegado ya a la ancianidad, no sé de qué modo, pero por una alucinación de Satanás y la ligereza de un momento, fue presa de la lujuria carnal. Y empezó a exigir carne y vino al compañero, amenazando que si no se lo daba iría él mismo al mercado. Aquel, temiendo que por contradecirlo le causaría un mal mayor, se lo concedió. Y este, cuando se dio cuenta que su astucia no había hecho efecto, con abierta impudencia dijo que debía, de manera absoluta, ir a la ciudad. El otro, no pudiendo retenerlo, lo dejó ir, pero lo seguía desde lejos, quería ver cuál era el motivo de su salida. Y así, vio que él iba a un prostíbulo y supo que él buscaba caer en la fornicación. Habiendo esperado a que satisficiese su impuro deseo, cuando salió, lo recibió con los brazos abiertos y lo beso amorosamente, sin dirigirle el más mínimo reproche por el pecado que había cometido, pero le rogó solamente que, habiendo ya aplacado el impulso carnal, volviese de nuevo a su ermita. Este, sintiendo vergüenza por la gran ternura de su hermano, sintió compunción por su propio pecado y lo siguió, volviendo al desierto. Una vez llegado allí, le rogó que lo encerrara en una celda aparte y, que cerrara la puerta, llevándole el alimento cada día, y decir a cuantos preguntaran por él que él estaba muerto. Vivió así en reclusión, lavando el alma de la inmundicia del pecado con la oración y el ayuno. Pasado un tiempo, una sequía sobrevino en una región vecina y todos sus habitantes cayeron en la angustia. Un hombre recibió en sueños el mandato de ir a pedir la intercesión del recluso para hacer cesar la sequía. Tomando a otros consigo, este se dirigió hasta donde vivían los dos anacoretas, y encontró sólo al compañero del recluso, y cuando le preguntó dónde estaba él, este le contestó que había fallecido. Pensado que le había engañado, de nuevo se puso a orar y nuevamente tuvo la visión obteniendo la misma respuesta. Entonces, dirigiéndose nuevamente al compañero, que efectivamente les había engañado, le pidieron que les mostrara al recluso, afirmando que no estaba muerto sino vivo. Él, a partir de estas palabras, viendo que su engaño había sido descubierto, los condujo hasta aquel santo recluso y, abriendo la puerta, entraron todos a donde él estaba, se postraron a sus pies y manifestándole su necesidad, le suplicaron que los liberara del hambre. Éste primero se excusó, manifestándose incapaz de tal audacia a causa de sus propios pecados. Pero cuando le contaron en detalle todo lo que había sucedido, aceptó orar. Y tan pronto como él, retomando su antigua dignidad monástica, se puso a orar, terminó la sequía. [7]

Qué sabiduría de Dios e indecible misericordia se revelan en este evento: la tentación hizo humilde al asceta; el arrepentimiento lo ha elevado al más alto grado de la vida contemplativa; la revelación de todo esto ha mostrado a los hombres la fuerza de la oración, afianzándolo en la fe y alentando al mismo asceta arrepentido, haciéndole conocer más en profundidad el amor divino. ¡Tales son las consecuencias del arrepentimiento!

Sí, y en verdad, ¿si Jesucristo ha mandado al hombre: “si tu hermano ha pecado contra ti y te dice: ‘me arrepiento’, perdónale” [8], no hará Él lo mismo, Él que es Dios-hombre y abismo de misericordia y amor? ¿Si Él mismo nos dice la parábola del hijo pródigo en la cual el padre amoroso sale al encuentro del hijo depravado y, casi anticipándose, se le tira al cuello y lo abraza con afecto [9], no seguirá también el mismo ejemplo con cada pecador al primer pensamiento, al primer paso hacia el arrepentimiento? El santo profeta David, que había conocido por experiencia la fuerza del arrepentimiento, exclama: “He dicho:‘confesaré mi culpa al Señor’, y tú has perdonado la maldad de mi corazón” [10]. Que quiere decir: yo solo decidí, dentro de mí: quiero confesar mis pecados a Dios, y el Señor ya me había perdonado.

¡Esta es la fuerza del arrepentimiento! Y ¿qué sería de nosotros, si el Señor nuestro Padre, grande en perdón, no nos hubiese dado este potentísimo y ágil instrumento para nuestra salvación y santificación?


(13 de enero de 1859. En el monasterio de San Pafnutij [11)


Arsenij Troepol’skij
L’ esperienza della vita interiore.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. 2011
Págs. 82- 88.



[1] Cf. Juan Crisóstomo, Tratado a Teodoro 1; 4; 6, en Tvorenija svjatogo otca nasego Ioanna I/I, Sankt-Peterburg 1898, pp. 2-8; Id., A Teodoro, a cargo de J. Dumortier, SC 117, Cerf, Paris 1966, pp. 84, 94-96, 106; Id., A Teodoro, a cargo de D. Ciarlo, Cittá Nuova Roma 2004, pp. 56-57, 61-62, 66-67.

[2] Cf. Mt 10, 42; Mc 9, 41

[3] Cf. Mt 12, 36-37; 5, 22. 28

[4] Mt 6, 30; 1 Juan 3,20

[5] Cf. Mt 21, 31-32

[6] Cf. Mt 19, 30; 20, 16; Mc 10, 31; Lc 13, 30

[7] Cf. Juan Crisóstomo, Tratado a Teodoro 19, en Tvorenija svjatogo otca nalego IoannaI/I, pp. 30-31; Id., A Théodoro, pp. 198-202; Id., A Teodoro, pp. 104-106.

[8] Cf. Lc 17,4

[9] Cf. Lc 15, 11-32

[10] Cf. Sal 31, 5

[11] Pafnutij Borovskij (+ 1478) fundó en la ciudad de Borovsk (en la región de Kaluga) un monasterio que conserva sus reliquias