Constantes en la oración
- Presentación
- Diez criterios para discernir cómo está tu nivel de silencio interior
- La mirada interior iluminada por el espíritu
- Un tiempo de desierto para entrar en el camino del corazón
- Disponibilidad para entrar en el camino del corazón
- La autoterapia del amor incondicional: "sólo sé amarle"
- Entra en tu casa y, desde dentro, sumérgete en el mar de Dios
- Conocer a Jesucristo
- Buscar humildemente... el lugar del corazón
- María, en la aridez de mi desierto
- Ternura y compromiso
- La progresiva ascensión hacia las cumbres del amor total
- Nómada de Dios en el silencio
- Ya no tengo "mi" corazón... soy un latido contigo
- ¡Renacer de nuevo!
¡Constantes en la oración!
Al iniciar una experiencia de oración, conviene revivir el sentido que ha de marcar el encuentro con el Señor. La oración indica la medida del seguimiento fiel de Cristo.
Crees en Jesús y entras en el misterio de Dios, porque Él es el camino. Dios se hace presente en Jesús como un torrente de agua viva. Así, seguir a Jesús, rezar, es sumergir la vida en esta fuente inagotable de amor que es Él.
La oración convertirá tu vida en un camino de seguimiento de Cristo en la intimidad y en constante comunión con la Palabra.
Cristo-Camino te conduce al mundo interior de Dios; ante su rostro conocerás, de una manera que sobrepasa tus propias fuerzas, el don de Dios.
Caminas sobre las mismas pisadas de Cristo, pero no podrás reconocerlas, si no rezas. La oración pondrá su nombre, como un sello, en tu corazón y en tus labios; hará que encarnes la palabra y que engendres la luz.
Úngete de Cristo por el Espíritu, experimenta la íntima presencia de aquel que te amó y se entregó por ti.
La fuerza de tu seguimiento será engendrada por la energía de tu oración. El Señor Jesús no está fuera sino en el interior, y en íntima fusión con Él, podrás vivir en comunión con los hermanos.
Cristo tendrá que ser para ti el que te conduzca por el camino del Padre. Él es el que te muestra su rostro y te revela sus entrañas de misericordia.
Vive el impulso hacia el Absoluto y serás libre, fecundo y creador... Porque Cristo Jesús te ha llamado para hacerte libre.
Y toma tu cruz, la cruz que eres tú mismo ante todo lo que vives. El amor y el dolor marcan el ritmo de tu vida y, no lo dudes, no hay herida alguna que el amor no pueda curar.
En todo, afiánzate más en la fuerza que te anima que en tu propia debilidad. Permanece siempre en el camino, y tu mismo camino será oración.
Permanece en la oración y vive para conseguir la plenitud del don de Dios en el Espíritu Santo.Entra, con tu cruz, en aquella relación con el Padre que Jesús vivió, y podrás llegar a compartir con Él la gloria de la Pascua.
«He aquí que todo lo renuevo», dice el Señor. Esta transformación de todo comenzará en ti mismo sanando todo lo que tienes enfermo, arreglando cuanto esté roto, unificando tu ser disgregado, completando las deficiencias, yendo hasta el fondo, hasta tus mismas raíces para curarte de la superficialidad, llenándolo todo con la plenitud de su Amor. Como sentido último de todo, en tu realidad individual resplandecerá el Ser que todo lo alcanza y todo lo penetra, Dios que vive en ti y en todos los hermanos.
Sé totalmente feliz desde la paz. En tu encuentro sereno con el Señor, en la soledad, en el silencio, en el desierto, vivirás plenamente centrado en Él.
Acógele con amor. Él te da la mano y te guía como un Padre, a lo largo del camino recorrido hasta llegar a aquí (Dt 1,31).
Busca y desciende al lugar de tu propio corazón. Reconoce la mirada de amor del Señor que vive dentro de ti. Descubre que en tu corazón está el primer lugar de encuentro y comunión contigo mismo, con los hermanos, con la vida... y con el Señor. Vive en la paz de saberte amado, y en el don de poder amar sin límites.
En la ruta del seguimiento de Jesús, desde el encuentro con Él en tu propio corazón, «pido a Dios Padre que ilumine la mirada interior de vuestro corazón" (Ef 1,18). «Que el Señor consolide aquello que ya sois en vuestro interior» (id. 3,16)