CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN
ARTÍCULO 2
EL CAMINO DE LA ORACIÓN
EL CAMINO DE LA ORACIÓN
2663 En la tradición viva de la oración, cada Iglesia
propone a sus fieles, según el contexto histórico, social y cultural, el
lenguaje de su oración: palabras, melodías, gestos, iconografía. Corresponde al
Magisterio (cf. DV
10) discernir la fidelidad de estos caminos de oración a la tradición de la fe
apostólica y compete a los pastores y catequistas explicar el sentido de ello,
con relación siempre a Jesucristo.
La oración al Padre
2664 No hay otro camino de oración cristiana que Cristo.
Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso
al Padre más que si oramos “en el Nombre” de Jesús. La santa humanidad de Jesús
es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios
nuestro Padre.
La oración a Jesús
2665 La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de
Dios y por la celebración de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús.
Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las tradiciones litúrgicas
incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Algunos salmos, según su
actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen en
nuestros labios y graban en nuestros corazones las invocaciones de esta oración
a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey,
Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra
Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres...
2666 Pero el Nombre que todo lo contiene es aquel que el
Hijo de Dios recibe en su encarnación: JESÚS. El nombre divino es inefable para
los labios humanos (cf Ex 3, 14; 33, 19-23), pero el Verbo de Dios, al
asumir nuestra humanidad, nos lo entrega y nosotros podemos invocarlo: “Jesús”,
“YHVH salva” (cf Mt 1, 21). El Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el
hombre y toda la Economía de la creación y de la salvación. Decir “Jesús” es
invocarlo desde nuestro propio corazón. Su Nombre es el único que contiene la
presencia que significa. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su
Nombre acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él (cf Rm 10,
13; Hch 2, 21; 3, 15-16; Ga 2, 20).
2667 Esta invocación de fe bien sencilla ha sido
desarrollada en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en
Occidente. La formulación más habitual, transmitida por los espirituales del
Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación: “Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, ten piedad de nosotros, pecadores” Conjuga el himno cristológico de
Flp 2, 6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego (cf
Lc 18,13; Mc 10, 46-52). Mediante ella, el corazón está acorde con
la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador.
2668 La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino
más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón
humildemente atento, no se dispersa en “palabrerías” (Mt 6, 7), sino que
“conserva la Palabra y fructifica con perseverancia” (cf Lc 8, 15). Es
posible “en todo tiempo” porque no es una ocupación al lado de otra, sino la
única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en
Cristo Jesús.
2669 La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón
de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su
Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados. La
oración cristiana practica el Vía Crucis siguiendo al Salvador. Las
estaciones desde el Pretorio, al Gólgota y al Sepulcro jalonan el recorrido de
Jesús que con su santa Cruz nos redimió.
“Ven, Espíritu Santo”
2670 «Nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!” sino por
influjo del Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). Cada vez que en la oración nos
dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos
atrae al camino de la oración.